martes, 30 de junio de 2009

Cuarta reunión del Club de Traductores Literarios


El viernes 26 de julio se desarrolló la cuarta reunión del Club de Traductores de Buenos Aires. Ese día tuvimos el honor de recibir a Antonio Tursi , quien dio una charla sobre "Roma clásica: la primera cultura bilíngüe y sus criterios de traducción". En líneas generales, lo que se dijo en la ocasión podría resumirse en los siguientes términos:

“Los griegos no tradujeron; los romanos, sí”, afirma un prestigioso filólogo. Roma clásica, por cierto, se presenta como la primera cultura literaria formada sobre textos traducidos. Mientras en otros ámbitos se elaboró rápidamente un vocabulario bilingüe greco-latino, en el ámbito científico-filosófico, por la índole propia del mismo, los autores latinos, traductores y divulgadores del pensamiento griego, problematizaron ya desde sus orígenes los criterios de traducción con los cuales poder asir los originales griegos. El primero y de mayor influencia, Cicerón, ensaya en su obra De finibus bonorum et malorum, cuatro criterios en orden de preferencia para traducir textos filosóficos:

1) verbum e verbo: palabra por palabra, literal o servil respecto de la forma.
2) sensus de sensu: sentido por sentido, libre respecto de su forma
3) plura verba: muchas palabras o circunloquio.
4) nomen graecum: neologismo o transcripción de un término griego.

La tradición latina recurre a esos criterios, como se podría ilustrar con el término filosófico griego de mayor peso filosófico, ousia:
1) essentia, es un neologismo atribuido ya a Cicerón, quien construye sobre el infinitivo del verbo ser esse –ya que el latín clásico no utiliza el participio presente del verbo ser (ens), como sí desde el Bajo Imperio- con los sufijos del participio presente (-nt-) y la desinencia femenina abstracta (-ia). En el siglo XIII aparece la traducción morfológicamente exacta: entitas.
2) natura, en la época clásica; substantia, en el Bajo Imperio.
3) fundamentum primum; natura continens fundamentum omnium, ambos en Séneca.
4) usia, en un comentario anónimo del siglo IV a las Categorías aristotélicas.

Cicerón, en cambio, prefiere para textos de retórica el criterio libre sensus de sensu. Jerónimo en su famosa carta titulada De optimo genere interpretandi adopta, siguiendo a Cicerón, el criterio libre, y restringe el servil sólo a textos sagrados.

La tradición medieval se ajusta al criterio servil ciceroniano y termina abusando del criterio respecto del cual Cicerón guardaba ciertos reparos, el de transcripción y creación de neologismos. De allí las críticas humanistas, como las de Leonardo Bruni y Lorenzo Valla, que tildan las versiones escolásticas de “inapropiadas y grecizantes”. Bruni, en su De recta interpretatione, frente a aquellos cuatro criterios propone un quinto, el de “estilo por estilo”, propio del artista: la traducción debe reflejar toda la riqueza del original sin ser el original, como lo hace una pintura.

Al respecto, permítasenos citar nuestra nota: “Nova rebus novis nomina. Problemas de traducción de textos filosóficos de Cicerón a Leonardo Bruni”, Stromata, 60, 2004.
Hay un excelente artículo de P. Chiesa, “Ad verbum o ad sensum? Modelli e conscienza metodologica della traduzione tra Tarda Antichità e Alto Medioevo”, Medioevo e Rinascimento, I, 1987.
Y los textos clásicos sobre la traducción desde la Roma clásica hasta el Renacimiento están publicados en edición bilingüe original-portugués por Mauri Furlan, Clássicos da Teoria da Traduçâo, NUPLITT, Florianópolis, 2006.

Antonio Tursi es profesor de Filosofía y de Lenguas Clásicas en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Nacional de San Martín. Ha publicado guías de estudio de lengua latina, artículos sobre problemas de traducción en latín clásico, medieval y renacentista, y traducciones de Horacio (Hiperión, en colaboración con Daniel Samoilovich), Séneca, Tomás de Aquino (Losada), Boecio, Abelardo, Savonarola (Winograd), Nicolás de Oresme (Machi), Boecio de Dacia y Jacobo de Pistoia (OPFYL), entre otros. Dirige la colección de textos renacentistas de Editorial Winograd.

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