lunes, 15 de junio de 2009

Los instrumentos musicales y su traducción


El miércoles 2 de octubre de 2002, Gustavo Ardiles escribió en El Trujamán un artículo sobre las traducciones erróneas que se instalaron como norma en la nomenclatura de los instrumentos musicales. Como se verá en próximos artículos, los problemas de traducción vinculados a la música continúan en el presente.

Instrumentos Músicos. Errores que vencen

Prácticamente toda la orquesta sinfónica moderna tiene su origen en los instrumentos árabes con que los cruzados volvían a Europa. No podríamos esperar que sus nombres europeos obedecieran a precisiones organográficas o lingüísticas: se les bautizaba empleando criterios de semejanza, ya por el aspecto, ya por el nombre original, con algún elemento familiar.

Está el muy conocido caso del abuelo del trombón, el sacabuche, que los franceses llamaron saquebout porque estiraba la punta. Ese término tan descriptivo pasa; no podemos decir que sea un error porque, en efecto, el trombón saca el buche. Lo que sí es un error es creer que el oboe fuera una palabra gratuita. Su origen es hautbois, madera alta. Esto sucedió en el siglo XVII, cuando por fin se establece una clasificación organográfica más metódica. Su antepasado era el instrumento árabe llamado chirimía y caramillo en español, chalemie en francés antiguo, o sea, caña o lengüeta. ¿Por qué madera alta? Los instrumentos se empezaron a clasificar en el siglo XVI por su uso. Unos sonaban fuerte y otros más débil, y por esto se prestaban para tocar, o al aire libre o en recintos cerrados, y de allí instrumentos altos y bajos. También los había de madera y de metal, una subclasificación. Tenemos así las chirimías tocando junto a los orlos (cromorne, Krumhorn), las trompetas y los trombones. Es probable que el «rabé (el rabel, nieto del rabab árabe) gritador» del Arcipreste también se arrimase a ellos en ocasiones. Pero las violas eran estrictamente del tipo bajo, tal como las flautas de tesitura más grave.

El oboe tiene además un primo cuyo nombre actual es definitivamente bastardo, el oboe de amor. Esta falsedad —no existe ningún oboe especial para cantar al amor, si es eso lo que se imagina— proviene apenas de no entender con claridad el nombre italiano original: oboe da more: oboe de los moros, una chirimía. Y el mismo oboe tiene un primo también bastardo: el corno inglés, con el que un viejo profesor de música nos hacía reír explicando que «ni es corno ni es inglés». Este es un caso patente de mala administración de conceptos. No es corno, pues ese nombre se reserva desde hace mucho a instrumentos de la familia de la trompa o la trompeta, originalmente un cuerno de animal, que no tienen lengüeta y producen sus notas mediante variaciones de su longitud o de la presión de los labios. Y tampoco es inglés, pues nadie pensó semejante cosa cuando se empezó a usar hace unos dos siglos y medio. Se trata de un oboe de registro más grave que el del oboe normal logrado gracias a una curvatura adicional en la boca. Por lo cual los franceses lo llamaron cor angulé, lo cual se llegó a escuchar como cor anglais, y el malentendido quedó fijado sin que podamos hoy hacer nada.

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