viernes, 26 de junio de 2009

Una empresa descomunal


En el número de la revista Letras Libres, correspondiente a mayo de 2008, Gaëlle Le Calvez firma una nota a propósito de los muchos dolores de cabeza que le valió a Clayton Eshleman la traducción al inglés de César Vallejo.

Yo es otro

Only that which survives the fire counts.
Clayton Eshleman

César Vallejo ha sido una de sus peores pesadillas, su enemigo imaginario y su compañero a lo largo de los últimos cuarenta años. En 1965, antes de emprender el largo y tortuoso periplo que lo llevaría (literal y simbólicamente) a Perú, soñaba con los Poemas humanos en inglés. El cuerpo del poeta peruano llegaba por las noches –con los zapatos llenos de lodo– a interponerse entre él y su primera mujer. Profesor de la Universidad de Eastern Michigan y editor de la revista Sulfur –dedicada a la poesía y la traducción y donde publicara a poetas dioses como Pound y colaboraran Michael Palmer y Eliot Weinberger, entre otros–, Clayton Eshleman es, además de ensayista y poeta, el traductor de Vallejo al inglés.
Las obras de Artaud, Aimé Césaire, Neruda y esta edición bilingüe de Vallejo son la muestra de un trabajo obsesivo y minucioso de traducción. Entendiendo el verbo traducir, en el caso particular de Vallejo, como una forma de aprehender el lenguaje poético –uno de los más crípticos– y el proceso creativo de un escritor que, como bien señaló Rodolfo Mata, no necesitó firmar manifiestos de vanguardia para introducirse “naturalmente en ella”.

Eshleman se adueña de esta poética al hacer de la traducción una forma de vida y no sólo una experiencia literaria. Se jugó la vida mudándose a Perú, con su esposa embarazada, para negociar con una viuda celosa los derechos de traducción de su marido. Siguió los pasos del poeta hasta París, donde se detuvo en su tumba e imaginó la columna vertebral de su poesía. Se acercó a él, también, con dos viajes a México, sin hablar español. México fue para Eshleman, como para Bretón, Artaud o los beatniks, el tren que lo llevaría del desierto a la imaginación: de lo racional a lo irracional o de la oscuridad a la luz. Sin ese estado “irracional” quizá nadie se atrevería a traducir a Vallejo. Hace falta arrojo, culot –sí, mucho– para enfrentarse a “El Intraducible” –en palabras de los propios poetas peruanos. Hacen falta, también, lealtad y determinación, e incluso amor, como sugiere Mario Vargas Llosa en la introducción del libro, para llevar a cabo esta labor titánica.

En los años sesenta, durante una estancia en Japón, Eshleman se inicia con la traducción de los Poemas humanos (1968), guiado por su primer maestro, el poeta y editor Cid Corman. Aunque las últimas palabras de la introducción afirman “My work is done”, no tardará mucho en contradecirse: de regreso en Estados Unidos conoce a José Rubia Barcia, poeta y ensayista que lo anima a seguir con España, aparta de mí este cáliz (1974). El siguiente paso, que supuso su consagración como traductor, fue la edición bilingüe de Trilce en el año 2000. Finalmente, se despidió (ahora sí para siempre) con su versión de Los heraldos negros, primera obra del poeta y apertura lógica de esta edición.

There are blows in life, so powerful... I don’t know!
Blows as from the hatred of God; as if, facing them,
the undertow of everything suffered
welled up in the soul... I don’t know!

Los “heraldos negros” se leen naturalmente en inglés (como dictados por Vallejo).
Permanecen, en la traducción, la vitalidad y la fuerza, el golpe de la estrofa del original; no importa si se lee en español o en inglés: es Vallejo. Eshleman logra, con toda sencillez, traducir lo complejo y poner “al lector en la misma perspectiva que tendría en español”: no ante el poeta intocable y hermético, no ante la interpretación o explicación del poema, sino ante la emoción en bruto, tal y como sucede en castellano:

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si, ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé!


La principal premisa de Eshleman dice: “traducir es recrear, no interpretar”. Su decálogo coincide con las Tres notas sobre poesía de Weinberger: no “colonizar el texto”; traducir palabra por palabra; no explicar o intentar elipsis que sinteticen el verso; buscar equivalentes; reinventar de acuerdo con la misma lógica “ilógica” del poema; repetir la puntuación, los cortes, los acentos; recrear los sonidos. Sólo bajo estos términos, en la “disolución de la identidad” (o del yo) y sirviéndose de la imaginación para recrear, Eshleman entiende y lleva a cabo la traducción de Trilce:


I sdrive to dddeflect at a blow the blow.
Her two broad leaves, her valve
opening in succulent reception
from multiplicand to multiplier,
her condition excellent for pleasure,
all readies truth.

No hace falta hablar el mismo idioma, pero sí descifrar la respiración de las palabras y comprender que los sonidos significan; según Weinberger, los mejores traductores saben sólo a medias el idioma original (en el caso de los peores, es su idioma materno).

Vusco volvvver de golpe el golpe.
Sus dos hojas anchas, su válvula
que se abre en suculenta recepción
de multiplicando a multiplicador,
su condición excelente para el placer,
todo avía verdad.


Eshleman aprovechó las dificultades literarias y vitales que encontró como traductor y creador. Imaginó en inglés lo imposible (arcaísmos, neologismos, rupturas sintácticas y coloquialismos); sobrevivió toda suerte de obstáculos (la pérdida de borradores) y confrontó sus propias resistencias y demonios. Hizo de la traducción, además de un oficio, una forma de conocimiento y la materia prima de sus poemas. Escribió su obra al tiempo que luchaba con los laberintos vallejianos: escribía para “traducir sus traducciones”. De esta lucha entre uno y otro idioma nació un tercero: su propio lenguaje. Uno de los poemas centrales de Eshleman, “The Book of Yorunomado”, refleja esta relación de lucha con Vallejo:

We locked. I Sank my teeth into
his throat, clenthed, his fangs
tore into my balls, locked


Eshleman exorciza y vence. Las dificultades encontradas a lo largo y ancho de la poesía de Vallejo enriquecen y fortalecen su imaginación; el tiempo invertido en el otro transforma y consolida su escritura. Se apropia de “lo otro”, de lo desconocido (el español, su carga emotiva y su contexto) y de la voz de Vallejo en inglés. De muchas formas, el sacrificio se ve recompensado.

El final de esta historia se resume en una edición bilingüe con prólogo de Mario Vargas Llosa y una introducción de Efraín Kristal, setenta páginas de notas, una cronología detallada de la vida del poeta y un ensayo que registra, en un tono cálido, con la inteligencia y sencillez que caracterizan a Clayton Eshleman, el proceso de The Complete Poetry of César Vallejo (University of California Press, 2007). ~

1 comentario:

  1. Al conocer el idioma original se corre el riesgo de dar una palabra por concluida. Ignoro si esto reduce toda la cuestión a buenos o malos traductores, pero tenemos pruebas suficientes de hasta dónde han podido llegar algunos gracias al desconocimiento. La lejanía implica un doble esfuerzo, que a su vez, se premia con el descubrimiento. En la batalla se alcanza la revelación.

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