jueves, 9 de julio de 2009

Contra los incomprensibles amores deformes


El miércoles 21 de julio de 1999, Carmen Valero Garcés –Doctora en Filología Inglesa, Master en Migración y Relaciones Intercomunitarias, Directora del Departamento de Filología Moderna de la Universidad de Alcalá (Madrid), entre otros títulos– publicó en El Trujamán la siguiente reflexión.

De cómo maquillar un clásico

Juan de la Encina es el primero que traduce las Bucólicas de Virgilio en 1496. En el prólogo nos dice que no puede traducirlas fielmente porque la lengua castellana es más pobre que la latina. Ello viene a ser una excusa, porque lo que leemos es más bien una imitación bastante libre con alusiones constantes a temas de su tiempo y una cristianización del sentido pagano de la obra. Pero veamos en qué consiste esta transformación: en la égloga II, Alexis es convertido en Fernando el Católico. La égloga III la dedica entre otros «a los privados del señor rey D. Enrique». El pastor Dafnis de la égloga V es el «muy desdichado príncipe de Portugal», casado con la infanta Isabel, hija de los Reyes Católicos. En la égloga VII, «el pastor Corindón canta la soledad que Castilla sentía cuando se iban los Reyes a Aragón». En la égloga VIII, el amor y los encantos de la hechicera se ven transformados en «el crecido amor que nuestro cristianísimo rey D. Fernando tenía en la conquista del reino de Granada». El verso que utiliza es el octosílabo de pie quebrado, combinado con estrofas de ocho, nueve, diez, once y doce versos, y no podemos dejar de admitir que su obra, aun cuando no fuese fiel al texto original, influyó en el desarrollo del drama español, que por aquel entonces estaba surgiendo.

La traducción de D. Félix María Hidalgo de Sevilla publicada en Sevilla en 1829 es igualmente ilustrativa. En esta ocasión el traductor unas veces parafrasea y otras acorta, suprime o altera por motivos diversos, entre ellos los de la delicadeza moral, que Menéndez Pelayo le disculpa en 1879. Así, en la égloga II, el pastor Alexis se transforma en la pastora Galatea para, como el mismo traductor apunta en una nota, «evitar la deformidad de unos amores que no podemos comprender, y que tanto chocan con nuestra religión y nuestras costumbres». Hay más ejemplos que podríamos citar de textos clásicos que han sufrido distorsiones de acuerdo con la poética del momento. Vean si no la traducción de Juan Varela de la obra de Longo Dafnis y Cloe.

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