miércoles, 1 de diciembre de 2010

¿El inglés crea y el español traduce?


HermanoCerdo es una revista en español de literatura y artes marciales de regularidad variable, editada en linea y de circulación gratuita. Cuenta con colaboradores en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, España, Estados Unidos, México, Perú y República Dominicana. Su primer número salió a la luz en marzo de 2006 y la entrada que se reproduce a continuación data de octubre de 2010.

Los traductores hablan y los escritores copian

En un reciente post de su blog,  Javier Calvo recomienda el último número de la revista Trans (la revista de traductología de la Universidad de Málaga, que desafortunadamente no se puede leer en línea) donde se ha publicado un dossier coordinado por Vicente Luis Mora llamado ““La traducción de la literatura estadounidense en España: Experiencias y panorama”. Ante la imposibilidad de leer los ensayos originales, citamos dos comentarios que Calvo hace de un par de ensayos, el primero de Ramón Buenaventura y el otro de Vicente Luis Mora, ensayos que, creo, ponen el dedo en la llaga de la relación enrarecida entre las obras traducidas y la última literatura en español.
“El inglés manda y el español obedece, porque el inglés crea y el español traduce como puede, si se entera. Los términos modernos, casi en su totalidad, nacieron y siguen naciendo en inglés. Unas veces se pueden pasar al castellano y otras no”. Y más adelante: “Pero no vayan a creer que la invención actual del inglés se limita a la ciencia y a la técnica: la alegría de ser los más poderosos, los más ricos, los más libres, infunde en los hablantes [del inglés] un optimismo lingüístico sobrecogedor. El francés vivió así durante siglos. Ahora le toca al inglés: instalados en un ambiente lingüístico más optimista y menos normativo que el nuestro, sus usuarios se pasan el día inventando palabras, locuciones y chascarrillos. Palabras y expresiones recién cocinadas, que nombran fenómenos reales a los que aún no habíamos puesto nombre”. Y más adelante: “Traducir de un idioma bullicioso y vital y despampanante a un idioma lánguido y desconfiado de sí mismo y con la moral comida, un idioma de escritores vendidos sin comprador… no es coser y cantar, afirmación muy contraria al triunfalismo lingüístico que se practica en los estamentos oficiales de España, sobre todo en el Instituto Cervantes y en alguna que otra editorial”.
Y continúa Calvo:
Mora, por su parte, incide en una idea que ya ha señalado anteriormente en otros lugares, la idea de que “la narrativa norteamericana ha sido descodificada primero para codificarse después en narrativa traducida, dispuesta a retroalimentar la narrativa española, siempre atenta a la evolución del mercado literario estadounidense”. Es decir, que la narrativa española última es en cierta manera narrativa traducida porque toma como modelo la narrativa americana. La novedad de su enfoque aquí es que hace una lectura menos generacional que en otras ocasiones, hablando más en general de autores españoles nacidos en los 60 y 70 y extendiendo la idea a otros momentos de la narrativa española del XX, como Juan Benet. Otra novedad es que analiza la importancia que ha tenido la traducción literaria a la hora de generar esas “versiones españolas” de los modelos americanos, afirmando que como resultado de haber asumido unos modelos complejos (y cita a David Foster Wallace y Mark Danielewski como modelos de la narrativa española última), los escritores españoles muchas veces no han leído el original de esos escritores americanos, o por lo menos no solamente, sino también o únicamente la traducción. “Había en casi todos los autores [españoles] mencionados algo en común: la mayoría tuvieron acceso a los textos de Wallace a través de las traducciones, incluso aquellos que dominaban el inglés y que querían tener una buena versión de referencia para examinar el modo en que aquello podía llegar al castellano y construirse como lengua narrativa propia”.
El enfoque de Mora tiene puntos bastante incuestionables. Por ejemplo, estoy completamente de acuerdo con su idea de que David Foster Wallace “ha sido, de lejos, el escritor más influyente para un gran y muy diverso grupo de narradores nacidos en los años 60 y 70 del pasado siglo”.
Hay, al menos, un par de cosas que valdría cuestionar y otras que nos gustaría comentar.  ¿Es verdad que David Foster Wallace ha sido el escritor más influyente para los narradores nacidos en las décadas de 1960 y 1970? La afirmación y la pregunta son ya de entrada una tontería que se desbarata apenas comenzamos a especificar las maneras en que un autor puede influir en una generación. ¿Qué clase de influencia, de qué calidad? Y si realmente influyó, ¿dónde están las obras que realmente pudieron trasvasar la maestría de DFW en una obra en español?

Otro asunto es el de las traducciones mismas. Creo que todos recuerdan la ambivalente influencia que tuvieron las traducciones de Raymond Carver y Charles Bukowsky, por ejemplo. En Latinoamérica ha habido cierta resistencia ante las majaretas y chaladas traducciones españolas, pero con excepción de Argentina, el resto de los países se ha mostrado reacio a apoyar la traducción.

Finalmente, es triste esto que dice VLM: “Había en casi todos los autores [españoles] mencionados algo en común: la mayoría tuvieron acceso a los textos de Wallace a través de las traducciones, incluso aquellos que dominaban el inglés y que querían tener una buena versión de referencia para examinar el modo en que aquello podía llegar al castellano y construirse como lengua narrativa propia”. Este párrafo nos da la pauta para leer a muchos de los escritores actuales.

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