martes, 31 de mayo de 2011

Triunfo de la autonomía de gusto y del criterio



Con firma de la periodista Raquel San Martín (foto), el diario La Nación, de Buenos Aires, publicó las notas "Resurgen las traducciones en el país" y "Palabras mal pagadas" en su edición del sábado 28 de este mes.




Resurgen las traducciones en el país

No sólo la cantidad de novedades publicadas o de ejemplares vendidos atestiguan la vitalidad de la industria editorial local. Las traducciones al español hechas en la Argentina empiezan a recuperar número y visibilidad, un crecimiento apoyado por editores locales que salen activamente a comprar derechos y a tratar de convencer a sus pares franceses, ingleses, alemanes e italianos de que es este país, y no España, el destino para que sus autores accedan al gran mercado latinoamericano.

Pese a ese crecimiento, los títulos traducidos de otros idiomas y publicados en el país constituyen un porcentaje todavía bajo de la producción local: según datos de la Cámara Argentina del Libro (CAL), en 2010 se editaron 581 títulos traducidos, algo más del 2% del total, un porcentaje casi sin variaciones en los últimos años (en 2009 fueron 555). El año último, la mayor cantidad de títulos (63%) fueron traducidos del inglés, seguidos por un 15,6% del francés y un 4,6% del alemán. Les siguen el italiano, el portugués y el chino.

"Es un momento interesante para la traducción. Hay oferta de buenos traductores, editores que buscan títulos y condiciones económicas que nos favorecen, porque nuestros libros son más económicos que los de España, donde las traducciones son más caras", dijo a La Nacion el presidente de la CAL, Carlos De Santo.

En esa institución, desde hace unos dos años, se trabaja con la estrategia de "Argentina traduce". "Para mostrar que el país es una puerta de entrada al español para autores de otras lenguas. Hay una red de comercialización que asegura que los autores traducidos sean distribuidos en todo el mercado de lengua castellana", añadió De Santo.

"Muchos editores extranjeros creen que el mercado se termina en España; ven a ese país como el único que compra y traduce al español. La lejanía geográfica nos juega un poco en contra, porque suponen que allí acceden a todo lo que se publica en lengua española. Hay que demostrar que la Argentina es un gran socio para la traducción, porque, además, la calidad de nuestros traductores es reconocida. España traduce cierto tipo de libros, los best sellers por ejemplo, pero hay otra literatura que queda sin traducir", comentó a La Nacion Gabriela Adamo, traductora de alemán y activa impulsora del tema, además de directora de la Feria del Libro.

La presencia de la Argentina como país invitado de honor en la Feria del Libro de Fráncfort, el año último, dio más visibilidad a este aspecto de la industria editorial local, que ya era objeto de interés por parte de editores extranjeros.

Otros editores suman razones para explicar el fenómeno. "Hoy se traduce más por una razón de acumulación. En este mercado, cuando salís a comprar derechos, en el primer y segundo año podés conseguir algo, pero en la medida en que sigas pidiendo, cada vez tenés más oferta. Cuantos más libros se traducen, más libros se ofrecen al mercado argentino", opinó el editor de Edhasa, Fernando Fagnani. Y agregó: "Este es un mercado centralizado en el que la Argentina no era un actor relevante hasta hace poco".
"Hay, en general, un crecimiento de la cantidad de novedades y eso se reparte también en los libros traducidos", señaló Alejandro Archain, gerente del Fondo de Cultura Económica, que tiene su catálogo dividido en mitades entre producción local y traducida. "Con las dificultades económicas que hay en este momento en España, se puede mirar a América latina como alternativa. La Argentina se ve como un buen lugar para traducir y vender regionalmente."

Epoca de oro
El país tiene una reconocida tradición de traducciones, cimentada especialmente entre los años 40 y fines de los 60 del siglo pasado, cuando grandes autores en inglés o en francés tenían versiones en español gracias al trabajo de editores y traductores argentinos. Esos profesionales eran impulsados, por ejemplo, por la revista Sur , que dirigía Victoria Ocampo. Pero también la Argentina tiene una fama ganada de traducción en ciencias sociales, con editores atentos a las novedades y a los autores de peso que, a veces, en Europa pasan inadvertidos.

La traducción es, además, el bastión de las editoriales medianas o "independientes", que resurgieron con fuerza después de la crisis de 2001. "Estas editoriales tienen la autonomía de gusto y de criterio para elegir qué traducir. Las editoriales grandes no traducen prácticamente nada al español", dijo Adamo.

Fagnani coincidió, y dio otras razones. "En la Argentina, hay comparativamente menos traducciones de libros norteamericanos que en otros lugares. Y para eso hay una razón de mercado: los libros de los Estados Unidos son más caros y sus derechos se venden directamente en España. Y una razón cultural: las editoriales más chicas están más interesadas en dar a conocer voces narrativas de otras culturas al norteamericano que no quisieron comprar en España", dijo Fagnani.

¿Y qué sucede con el camino inverso, la traducción de autores argentinos a otras lenguas? También tuvo recientemente un impulso importante que con Programa Sur de la cancillería argentina que, con motivo de la presencia del país en Fráncfort, promovió la traducción de 237 escritores locales a 33 idiomas, sobre todo para ficción. "La narrativa despierta la curiosidad de las nuevas tendencias. El ensayo es más difícil de ubicar en el exterior", dijo Archain.

Palabras mal pagadas

Los traductores pueden mostrar la otra cara de este fenómeno: una actividad precarizada y mal pagada; editoriales que acuerdan pagar valores más bajos o que manejan subsidios de otros países y perjudican a los traductores; segundas o más ediciones que el traductor nunca cobra.

Según los profesionales del área, un traductor puede cobrar entre $ 40 y 120 el millar de palabras, es decir, unas dos páginas y media de trabajo. Literatura y ensayo se pagan igual, aunque, como dijo un traductor, "una página de Heidegger debería valer más que la de una novela liviana". Los de inglés y francés son los peores pagos; los de alemán ganan algo mejor, y los más cotizados son los de japonés, chino o lenguas escandinavas.

"Esta es una actividad muy solitaria. No se conocen las leyes vigentes, que permiten que un traductor no ceda totalmente los derechos de lo que tradujo", dijo a La Nacion Jorge Fondebrider, uno de los fundadores del Cub de Traductores Literarios de Buenos Aires, que desde hace algo más de dos años convoca a sus miembros para debatir temas de común interés. Según contó Fondebrider, el blog del grupo recibe unas 9000 visitas por mes.

En la última Feria del Libro, el Club organizó una mesa de la que participaron Andrés Ehrenhaus, Marcelo Cohen y Jorge Aulicino. Ehrenhaus habló de un "momento excepcional para la literatura extranjera en español", pero también de la "precariedad laboral y la falta de marco legal para los traductores" y la "tensión en la lucha por el poder lingüístico entre España y sus ex colonias". Cohen reconoció el buen momento para la traducción, pero señaló dificultades, entre ellas, que "la traducción sigue importando menos que el diseño de tapa y la mayoría de los lectores no saben que están leyendo una traducción".

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