jueves, 21 de julio de 2011

"Traducir sin interferencias de los autores"

"Adan Kovacsics y Mauro Armiño desnudan los secretos de su oficio en la Biblioteca Nacional." Así decía la bajada de la nota de Álvaro Argote publicada con un título originalísimo (sic) en El Mundo, de España, el 28 de mayo pasado, dando cuenta de una mesa en la que estuvieron presentes ambos traductores.

Traductor, ¿traidor?

Las paredes de la Biblioteca Nacional de España acogieron anoche, con la colaboración del Ministerio de Cultura, el coloquio entre Mauro Armiño, Premio Nacional 2010 a la mejor Traducción, y Adan Kovacsics, Premio Nacional a la Obra de un traductor.

En el encuentro entre los galardonados y los asistentes, se debatió la teoría de la traducción, tal como se entiende actualmente, y las dificultades de trasmitir un texto desde su lenguaje original a otras lenguas. Ambos han coincidido en que la traducción responde a multitud de problemas lingüísticos, epistemológicos y de género literario (poesía, narrativa o teatro).

Adan Kovacsics, autor de traducciones de clásicos alemanes de los siglos XIX y XX de la Filosofía, incidió en el mal trato cultural a la que está expuesta la traducción en el mundo de las artes, ya que, según él, "en muchas de las fichas técnicas de los libros se ve el título, la editorial, el número de páginas, año de publicación, pero nunca el traductor". Y recordó que el traductor no es un intermediario que tergiversa una obra original para ofrecer una versión posible en un idioma diferente, porque "no atiende ni a gustos ni a preferencias, al igual que no hay ninguna clase de interpretación subjetiva ni pulsaciones emocionales que afecten al significado del texto", apuntó. Defiende con ímpetu su profesión, a la que define como un bien indispensable de la cultura universal. "Gracias a nosotros la literatura se comunica con los corazones de los lectores, enriquecemos la obra original mediante la aportación que le otorga la lengua que yo le doy", ha manifestado.

Por el contrario, Mauro Armiño autor de la versión completa de A la busca del tiempo perdido de Marcel Proust, ha defendido que para comprender un texto en su plenitud hay que ser capaz de impregnarse con su significado. "Primero hay que comprender y después interpretar". Especializado en la traducción de poesía, ha señalado que "los grandes poetas respiran su propio lenguaje", y que son especialmente complicados de traducir, porque "en un poema hay que respetar los puntos y las comas aunque no atiendan a concordancias sintácticas". Y "es que el traductor de poesía, además de políglota, es necesariamente un poeta". Es partidario del empleo de un lenguaje llano y sencillo, pero que respete la autonomía del texto. Ha criticado con acritud a autores de la talla de Azorín, uno de los estandartes literarios de la Generación del 98, por su estrambótico uso del idioma. "Es un gran escritor que nadie lee porque exige al lector tener un diccionario en la mano, debido a las rebuscadas palabras que utiliza".

En ocasiones, las relaciones entre un escritor y un traductor son conflictivas por la arrogancia de algunos escritores que desdeñan la labor del traductor al considerarla un género menor. Y, sin embargo, traductores han sido escritores como Vladimir Nabokov, José Bianco, Alberto Guirri y Octavio Paz. Este último afirmó que "por una parte, la traducción suprime las diferencias entre una lengua y otra, mientras por otra las revela más plenamente".

Mauro Armiño y Adan Kovacsics han admitido que "es verdad que hay escritores un poco especiales que nos dificultan nuestra labor; preferimos traducir sin interferencias de los autores". Armiño añadió una excepción: Pierre Klossowski, filósofo francés fallecido en 2001, que "era un genio muy divertido y cercano", al que le tradujo 'Tan funesto deseo'. Y es que estos escritores en la sombra dan vida a la literatura y al castellano.

2 comentarios:

  1. gran título el del artículo. marca un hito en la historia de la traductología universal. perdón, un nuevo hito es el pleonasmo que le hace justicia.

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