martes, 16 de agosto de 2011

Con Petrarca, io mi dichiaro comunque inetto...

Publicado en la  Letras libres del 17 de febrero de este año, el presente artículo de Emmanuel Noyola –a quien se presenta como miembro de la redacción de la revista, crítico gramatical y onironauta frustrado– plantea el tipo de problema con el que ningún traductor se quiere topar y con el que viven, durante años, aquéllos que traducen poesía.


Un verso intraducible de Petrarca

Uno de los sonetos que más me han estremecido, además de aquel de Shakespeare que comienza “When I consider everything that grows / holds in perfection but a little moment”, es el no sé qué tan conocido soneto CXXXIV del Canzoniere de Petrarca que, sin embargo, ha sido objeto de imitación por parte de incontables versificadores a lo largo de los siglos. Helo aquí:

Pace non trovo e non ò da far guerra;
e temo e spero; ed ardo e son un ghiaccio;
e volo sopra ’l cielo e giaccio in terra;
e nulla stringo, e tutto ’l mondo abbraccio.
Tal m’ à in pregion, che non m’apre né serra,
né per suo mi riten né scioglie il laccio;
e non m’ancide Amore e non mi sferra,
né mi vuol vivo né mi trae d’impaccio.
Veggio senza occhi e non ò lingua e grido;
e bramo di perir e cheggio aita;
ed ò in odio me stesso ed amo altrui.
Pascomi di dolor, piangendo rido;
egualmente mi spiace morte e vita:
in questo stato son, Donna, per voi.

Ofrezco ahora una versión más o menos literal en endecasílabos, sin preocuparme demasiado por la rima:

No encuentro paz y no he de hacer guerra;
temo y espero; y ardo y soy un témpano;
y vuelo sobre el cielo y yazco en tierra;
y nada ciño, y todo el mundo abrazo.
Esta prisión no se abre ni se cierra,
ni me retiene ni me suelta el lazo;
pues no me mata Amor ni me desata
y ni me quiere vivo ni le estorbo.
Veo sin ojos y sin lengua grito;
y bramo de morir y busco ayuda;
y me odio a mí mismo y amo a otros.
Me cebo de dolor, llorando río;
igualmente detesto muerte y vida:
en este estado soy, Mujer...

... pero llegado a este último verso me enfrento, ay, a una dura y flébil realidad. El endecasílabo original, uno de los más nítidos del soneto (no se precisa saber italiano para entenderlo), no puede ser vertido mecánicamente a un endecasílabo español.

He revisado varias traducciones de este soneto y todas son tan diferentes y válidas que no creo que la mía sea mejor ni peor (en el fondo, todo el soneto es intraducible), pero con el último verso, tan perfecto en italiano, me veo atrapado en un callejón sin salida.

Una salida fácil, aunque falsa, sería la literal: “en este estado estoy, Mujer, por ti” (o “por vos”). Pero en italiano el verso posee un primer significado: “en este estado soy, Mujer, para ti”. Esto es, “en medioVer artículo completo de mi miseria, preso de mil y una contrariedades y con tamañas carencias, soy tuyo y te entrego mi vida”. Esta última versión (“en este estado soy, Mujer, para ti”) lamentablemente produce un verso de doce sílabas, en lugar de once, que resulta ineficaz e inadmisible.

Otras posibilidades de traducción, no menos sino más absurdas, serían: “en este estado soy, Mujer, pa’ ti” (o “pa’ vos”), “en esta condición me entrego a ti” o “en tal estado estoy por vos, señora” (Wikisource), “en este estado me tenéis, señora” (trad. Ángel Crespo), etcétera. La primera, quizá la mejor, es evidentemente deplorable; las demás poseen cuando menos un imperdonable defecto: suprimen o cambian la palabra mujer por señora (descartando, por ejemplo, que la interpelada pudiera ser señorita). El problema radica pues en que per, esa hermosa preposición italiana, sea un monosílabo, mientras que para, nuestro atroz equivalente, es un largo y despiadado bisílabo.

Encima, al traducir “en este estado estoy...” se incurre en una redundancia que no contiene el verso italiano; Petrarca no dice sto (‘estoy’) sino son (‘soy’). Más exacto sería: “en este estado soy, Mujer, por ti”. Si viviéramos en la Edad Media y se publicara este texto en un anacrónico blog trovadoresco, una muy natural versión endecasílaba rezaría: “y así me pongo, Dama, a tu servicio” o, mejor aún: “en este estado soy, Mujer, tu siervo”.

En fin, la traducción de los trece primeros versos del soneto puede prestarse a innúmeras variaciones léxicas y rítmicas, dependiendo del gusto, la pericia y la época del traductor, de cuáles sean sus secretas o públicas intenciones, de si aspira a conservar la rima o se ve obligado a abandonarla. (En internet pueden hallarse algunas versiones poniendo en Google “Petrarca” y “Cancionero” y “CXXXIV”.) En cambio, el decimocuarto y último verso es en italiano tan bello, simple y puro que casi cualquier imitación española lo aja y por poco echa a perder el soneto completo.

Jamás imaginé que unos quince años después de haberlo leído por primera vez –y a 637 de la muerte de su autor– este soneto describiría tan fielmente mi propia desgracia. Quizás a alguien se le ocurra un mejor remate en nuestra lengua. Por lo pronto y con versos como ese, me temo que Petrarca no será fácilmente igualado.

Io mi dichiaro comunque inetto...

5 comentarios:

  1. En Español tendríamos un problema con el cuarto verso, pues no admite "y todo el mundo abrazo", pide la preposición a gritos "y a todo el mundo abrazo" con que el endecasílabo no entra.
    El traductor me parece de una honestidad brutal, a mí su traducción me parece bien ejecutada. Pasa lo mismo con el verso de Shakesperare del soneto 130 "If snow be white, why then her breasts are dum"

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  2. Señora, por dama (no en el sentido de mujer casada), es perfectamente admisible y casi seguramente el modo en que está usado donna por Petrarca, que mantenía las correspondencias entre señora, dama, y aun dueña, de los fundadores del dolce stil nuovo. Sería absurdo más bien traducir mujer. En tal caso, habría que traducir "Mujer me ruega..." el comienzo del primer verso del célebre poema de Cavalcanti, o "la cittade, la qual fu donna de' mortali...", de Leopardi, como "la ciudad, la cual fue mujer de mortales...", o del propio Petrarca, "Or tu donna del ciel... Tu vedi tutto" como "O tú, mujer del cielo... Tú ves todo". O Nostra Donna como Nuestra Mujer.

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  3. Como esta entrada es un corta y pega de otra de otro blog, remito al comentario qeu dejé allí, aunque la conversación ya había cabado meses antes y em quedé sin respuesta:

    http://www.letraslibres.com/beta/blogs/un-verso-intraducible-de-petrarca?page=0,1

    Pero para el perezoso, resumo: Jorge Aulicino tiene razón, porque en tiempos de Petrarca ni siquiera existía la moderna palabra "signora". Allá está explicado con más profundidad.

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  4. Rompiendo por una vez con la regla de no publicar anónimos, corresponde señalar que,
    efectivamente, la polémica a la que "anónimo" hace alusión, tiene unos 28 comentarios en el blog de Letras Libres e interés para quienes deseen leerla.

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  5. La solución de Ángel Crespo me parece un rodeo ejemplar para decir exactamente todo aquello que don Noyola afirma que la traducción no puede decir.

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