domingo, 28 de agosto de 2011

David Lodge rinde homenaje a sus traductores

Un fragmento –sólo el que es pertinente para esta entrada– de la columna de Graciela Melgarejo en el diario La Nación, de la Argentina, publicada el lunes 11 de julio del corriente año. Allí, en la sección Línea directa, cuyo objeto es mantener un trato inmediato con los lectores, se publicó la reflexión de un tal Carlos Pemberton, del todo pertinente para los intereses de este blog.  

Dedicado a todos los esforzados traductores

La posibilidad de lograr una traducción al español lo más ajustada posible al sentido de un texto original sigue siendo un tema que atrae y preocupa siempre a los lectores de esta columna.

Semanas atrás, el 14/06, Carlos Pemberton escribía en un correo electrónico, a propósito de la traducción de Tarzán, el señor de la selva: “Cuando se refirió usted a la difícil tarea del traductor, inmediatamente pensé en un libro que leí hace poco escrito por David Lodge (foto), que siempre trata temas interesantes mezclados con un típico humor inglés poco frecuente en nuestros días. El libro en cuestión (que preferí leer en su original inglés) se titula Deaf Sentence y es un doble juego de palabras ya que deaf (‘sordo’) y death (‘muerte’) suenan parecido en inglés –y mucho más para el protagonista ¡que se ha vuelto sordo!– de modo que lo que podría ser «sentencia sorda» se asemeja auditivamente en inglés a «sentencia de muerte». Pero sentence en inglés tambien significa ‘frase’, y en ese caso el título podría ser Frase sorda. De modo que el traductor prefirió cortar por lo sano y el título de este libro se convirtió en español en La vida en sordina.

“El libro parte de la confusión de palabras durante una conversación entre el protagonista (sordo) y una extravagante joven. El sordo no quiere reconocer que no oyó gran parte de lo que le hablaban y que deriva luego en una difícil situación. Pero durante el transcurso de la trama hay constantes malentendidos ya que el protagonista confunde siempre lo que se le dice debido a la similitud de ciertas palabras. Y aquí se presenta el dilema para el traductor: ¿cómo hacer posible en español la confusión de palabras que en nuestro (u otro idioma) no se parecen entre sí? Por eso, Lodge dedicó así su libro: «Consciente de que esta novela, desde su título en inglés en adelante, presenta problemas especiales para los traductores, la dedico a todos aquellos que, durante muchos años aplicaron sus habilidades para traducir mis obras a varios idiomas»”.

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