miércoles, 8 de mayo de 2013

Segunda entrevista con Natasha Wimmer, la traductora estadounidense de Roberto Bolaño


Publicada en La Tercera, de Chile, el 22 de marzo de 2009, la presente entrevista de Andrés Gómez Bravo con Natasha Wimmer (foto), la traductora estadounidense del Roberto Bolaño más medular (ver), probablemente merezca ser releída. Es complementaria con la entrada publicada en este blog el 9 de julio de 2011.

“En EE.UU. ven a Bolaño como un vidente”

Hasta el año 2004, Natasha Wimmer no conocía a Roberto Bolaño. Muerto el año anterior, el escritor chileno ya había comenzado su conquista de EEUU: en librerías se encontraban sus novelas Estrella distante y Nocturno de Chile, publicadas por el sello New Directions y recomendadas con entusiasmo por Susan Sontag. Pero Natasha Wimmer no sabía nada de él. Entonces, la editorial Farrar, Straus & Giroux le envió Los detectives salvajes para que hiciera un informe de lectura. Y quedó hipnotizada: "Me encantó, estaba muy impresionada. Era el primer libro en muchos años, en cualquier idioma, que me parecía escrito de manera natural, no forzada, con una visión consistente, poderosa y graciosa, con un lenguaje surrealista y poético. Me encantaron los personajes. Me enamoré de García Madero (uno de los narradores) y de muchos más", cuenta a La Tercera, al teléfono desde Nueva York.

Natasha Wimmer no sólo redactó un informe muy elogioso; acabó haciéndose cargo de la traducción. "Chris Andrew tradujo los primeros libros de Bolaño, pero entonces no podía hacerlo. Así que tuve mucha suerte", dice. Un año y medio después, la versión americana de Los detectives salvajes estaba lista. La novela salió en 2007 y conquistó a la crítica de EEUU: estuvo en todas las listas de los mejores libros del año.

Para entonces Natasha Wimmer estaba en las fauces de la bestia: traducía las más de mil páginas de 2666. Publicada el año pasado, la novela póstuma de Bolaño terminó de consagrarlo: la crítica la calificó, casi sin excepciones, de obra maestra. Pero el fenómeno fue más allá: 2666 entró al ranking extendido de bestsellers de The New York Times (en el puesto 33), Amazon la eligió la novela del mes y la fiesta de lanzamiento se convirtió en un evento masivo: la fila de público en la puerta era interminable.

De pronto Bolaño, un autor literario, de culto, se volvía pop. Era la "bolañomanía", como tituló The Economist. Un fenómeno, diría Lorin Stein, el editor de Farrar, Straus & Giroux, que no se veía en EEUU desde García Márquez. 

"Sostener una copia de 2666 en público fue como tener lo último de Harry Potter en el patio del colegio", atestiguó un reseñista de Oprah Magazine, la revista de la famosa animadora Oprah Winfrey.

Graduada en literatura hispánica, Natasha Wimmer ya había traducidos a otros autores latinoamericanos, de Pedro Juan Gutiérrez (Trilogía sucia de La Habana) a Rodrigo Fresán (Jardines de Kensington), pasando por Mario Vargas Llosa (El paraíso en la otra esquina). Pero nunca había recibido la atención mediática que le reportó Bolaño.

La última escala del fenómeno ocurrió hace poco más de una semana: 2666 recibía el National Book Critics Circle Award a la mejor obra de ficción de 2008. Y la traductora estuvo allí para recibir el premio a nombre de Bolaño. "Es fantástico", dice.

–Bolaño es un escritor que maneja mucha jerga, sobre todo en Los detectives salvajes. ¿Cómo preparó la traducción?
Mientras lo traduje, me fui a pasar dos meses a Ciudad de México y eso me ayudó muchísimo. Vivía en una calle paralela a Bucarelli y pasé muchas tardes en el Café Habana, que inspira el Café Quito. Eso me ayudó mucho con el idioma y también con la geografía de la novela, porque Bolaño describe mucho las calles y los barrios del DF.

–¿Qué fue lo más difícil?

–Al principio, el ritmo de la frase, porque la prosa de Bolaño tiene un ritmo heterogéneo y me costó bastante lograr que ese ritmo surgiera en inglés sin arreglarlo entre comillas. Después, los coloquialismos, sobre todo en Los detectives, que es un libro lleno de voces.

–¿Le sorprendió la recepción de la crítica?
–No, porque siempre pensé que era un libro importante. Además, era fácil de leer, adictivo, y me pareció que atraería a mucha gente. Me sorprendió más la recepción de 2666, porque es una novela más difícil, más larga y más oscura, pero ya la gente conocía a Bolaño. Y en ese sentido, fue más fácil.

–¿Qué dificultades le planteó 2666?
–Fue un poco más fácil, porque ya había traducido Los detectives y también porque es una novela más formal, con menos voces. En lugar de los coloquialismos, lo más difícil tenía que ver con los géneros, porque en la novela hay muchos registros diferentes: el género policial, el lenguaje forense, el discurso de un afroamericano. Era como un puzzle.

–¿No la amedrentó? 
–Al principio temía sobre todo a la tercera sección, la parte de los crímenes, porque es muy larga y muy brutal. Pero al final lo disfruté, porque es casi un problema técnico. Mientras lo traducía me entusiasmé mucho buscando información y experimentando con el vocabulario. Lo pasé muy bien.

–Hasta Los detectives Bolaño era un autor poco conocido...
–Era conocido en un círculo pequeño. Tenía una recepción crítica favorable, pero no había roto la barrera popular.

–¿Cómo ocurrió eso? ¿A qué lo atribuye?
–Ha sido sorprendente. Creo que Los detectives y 2666 son novelas impresionantes, en español, inglés y en cualquier idioma. En EE.UU. Bolaño era un autor inesperado, porque cuando la gente piensa en literatura latinoamericana, piensa en el boom, sobre todo en García Márquez. Y Bolaño presenta una visión diferente del mundo hispano. A Bolaño lo ven como un vidente, que viene de un continente que conoce bien la tragedia y de cierto modo puede explicarlo al mundo norteamericano, que tiene menos experiencia con la desilusión y la tragedia.

–¿A qué nivel llega el fenómeno? ¿Quiénes lo están leyendo? ¿Los universitarios?
–Es difícil saberlo. Yo vivo en Nueva York y aquí todo el mundo lo lee. Para empezar, lo están leyendo los escritores y la gente que quiere ser escritor, porque presenta una visión muy seductora del mundo de la literatura. También lo leen los estudiantes y los jóvenes y mucha otra gente. Cuando salgo en el metro con el libro, siempre se me acerca alguien y me pregunta qué tal es, porque han leído las reseñas y quieren leerlo.

–¿Hasta qué punto influye la leyenda en la "Bolaño fever"?
–Jajajá. La leyenda ayuda un poco, pero si no interesara la obra tampoco interesaría la leyenda. Creo que en Latinoamérica Bolaño interesaba también como una figura, no sólo como escritor, sino como alguien que vivió la vida de sus novelas.

–¿Con Bolaño cambia la percepción de la literatura latinoamericana?—
Sí, Bolaño modifica el estereotipo del realismo mágico. Se pensaba que todas las novelas que vienen de Latinoamérica tenían que ser forzosamente exóticas. Pero Bolaño es influenciado también por la literatura europea y norteamericana. Tiene una gama de referencias tan amplia que parece parte de una literatura global.

–¿Ayudará a abrir las puertas a la literatura latinoamericana en EE.UU.?
Puede ser, siempre es difícil con la literatura de traducción, pero va a ayudar.

–¿Por qué es tan difícil que se interesen en la literatura de otras lenguas?
–Creo que es porque hay muchos libros en inglés, la publicación de libros es enorme.

Para Milan Kundera, es un rasgo de provincianismo...
–Puede ser, los norteamericanos tienen fama de ser un poco miopes. Pero también es cierto que es difícil para las editoriales escoger libros y explicar por qué son importantes. Es difícil saber qué libros van a interesar a los lectores.

–¿Qué lugar ocupa la literatura de otras lenguas?
–Es el tres por ciento de lo que se publica en EEUU. Pero hay muchos autores traducidos: el mismo Kundera, Pérez Reverte, Ruiz Zafón, autores de todos los niveles. En general, para que una novela funcione tiene que ser una gran obra literaria, muy importante críticamente, o una novela popular estilo Isabel Allende. Las novelas que caen entre esos dos extremos, es muy difícil publicarlas aquí con éxito.

–¿Qué ha significado para usted traducir a Bolaño?
–Ha sido la gran oportunidad de mi vida. No sólo porque son obras importantes, sino porque me afectaron mucho. Como ocurre con todos los grandes libros, cambiaron mi percepción.

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