jueves, 8 de agosto de 2013

Lo que Ángela Merkel y la crisis les hacen a las lenguas (porque a la gente, ya sabemos)

El pasado 6 de agosto la revista Ñ publicó un artículo de Rapahel Minder, previamente aparecido en The New York Times el 26 de julio de este año. Según la bajada de la revista argentina, muy similar a la del orginal en inglés, “En un país tras otro de Europa, la crisis también ha dado lugar a un argot que refleja el humor sombrío empleado por muchos para hacer frente a sus persistentes problemas”. Eso sí, el título es otro: A Continent Mired in Crisis Coins a Language of Economic Pain”. Tampoco se consigna el nombre del traductor.  

¿Tiempos difíciles? Hay como describirlos

Los portugueses tienen una nueva palabra grandolar, que surgió de la crisis del euro y significa "someter a un ministro de gobierno a una protesta con cantos utilizando un himno revolucionario". Pero ahora, después de tres años de austeridad, hasta los niños portugueses grandolan a sus padres cuando no quieren bañarse.

Los italianos, que en este momento siguen la diferencia entre los rendimientos de los bonos italianos y alemanes con una pasión que antes reservaban al fútbol, juegan con palabras como spreaddite, definida sin rigor por La Repubblica, un diario de Roma, como la "intensificación del sufrimiento causado por el margen elevado".

En Grecia, las expresiones nacidas de la crisis salpican las conversaciones en los cafés y las oficinas y en los vagones del subte, particularmente el uso emblemático de expresiones o slogans lanzados por dirigentes políticos, como una afirmación que hizo en 2009 George A. Papandreou, el entonces primer ministro, de que había dinero, cuando claramente no era así. "No se preocupen, lo conseguiré", dijo recientemente un griego a sus amigos mientras celebraban su cumpleaños en una taberna de Atenas cuando empezaron a sacar sus billeteras. "Eh, el dinero está. 

¿Se acuerdan?" En un país tras otro de Europa, la crisis también ha dado lugar a un argot que refleja el humor sombrío empleado por muchos para hacer frente a sus persistentes problemas. Los cambios en el idioma son lo bastante numerosos como para que en junio, la Real Academia Española, custodio del idioma español, diera los últimos toques a un diccionario actualizado con 200 palabras que se agregaron o adquirieron nuevos significados. 

Entre éstas figuran la preocupante "prima de riesgo", con una oración común que la ilustra: "La prima de riesgo de nuestra deuda soberana subió varios puntos". 

Los españoles emplean ahora estos términos de manera tan habitual que es tan probable que surjan en la conversación con un taxista como escucharlas en el informativo de la noche. En lo que al idioma se refiere, una cosa es "poukou", que los griegos utilizan para referirse a la época previa a la crisis, y otra cosa es ahora. 

"La crisis está teniendo un enorme impacto en la sociedad y su uso del idioma, llevando a la gente a hablar sobre la economía de una manera que no tenía ninguna relevancia hace apenas unos años", dijo Darío Villanueva, secretario general de la Real Academia Española, integrada por 46 miembros, en su mayoría escritores pero también científicos, historiadores, economistas y abogados. 

Para actualizar el diccionario español, la academia confió en un sistema informatizado de datos para medir la frecuencia de millones de palabras utilizadas en la televisión, la radio y los diarios así como también en otros textos. También aceptó los cambios de academias gemelas, principalmente en América latina, para armonizar los avances lingüísticos en todo el mundo hispano parlante. 

Entre las palabras que se abrieron paso, una fue "bonus" que no se utilizó comúnmente en español hasta que la atención se volcó a los banqueros de España en problemas y el dinero que ganaban. También ingresó "burbuja", como la que estalló en el mercado inmobiliario y "población activa", es decir con edad suficiente para trabajar, que comenzó a usarse debido a la considerable proporción que no trabaja. 

Asimismo, varios términos arraigados en la crisis económica figuraron entre las 5.000 palabras agregadas a la versión actualizada del Duden, la obra definitiva del idioma alemán, que salió en julio. Figuran Schuldenbremse, literalmente "freno a la deuda", y eurobond, una referencia a las propuestas de la Unión Europea de emitir bonos para cubrir la deuda de los países que utilizan el euro. 

Un sociólogo francés, Denis Muzet, publicó recientemente un libro Les Mots de la Crise (Las palabras de la crisis). Su lista incluye perte du triple A, o sea la pérdida de AAA (según la calificación de los bonos de Francia); suppressions de l’emploi o recortes en el empleo: y choc de compétitivité, es decir un shock de competitividad.

"La forma en que hablamos de la crisis contribuye al pánico; contribuye al `depresionismo’ nacional", dijo Muzet, acuñando una palabra propia. 

La austeridad está tan generalizada que la palabra propiamente dicha se aplica en algunos lugares prácticamente a todo. Si una mujer portuguesa lleva puesta una falda corta, un admirador puede llegar a preguntarle divertido si está en "austeridad", y ahorra el resto de la tela. 

La crisis de Europa lleva tanto tiempo que está definiendo a una generación, que ha recibido nombres como "Ni-Nis" en España por las legiones de jóvenes que ni estudian ni trabajan. O la geraçao à rasca (generación afligida), como se los llama en Portugal.

"Conozco lamentablemente muy bien a los Ni-Nis porque he tenido que lidiar con una en casa", dijo Carmen Blanco, de 43 años y desocupada, refiriéndose a su hija de 20. La expresión, dijo Blanco, "realmente define la situación de nulidad y desesperanza". 

"Le he dejado bien claro que sin ningún tipo de título escolar corre el riesgo de ser Ni-Ni para el resto de su vida", dijo la madre. 

La nomenclatura para los afligidos no termina con los jóvenes. 

En Grecia, donde los recortes salariales y un desempleo del 27% obligaron a una nueva clase amplia a reducirse hasta lo más básico, se habla de los neoptohi o sea los nuevos pobres ­un juego de palabras en griego a partir de nouveau riche. La única palabra que comparten casi todos en toda Europa es troika, en referencia a los tres acreedores internacionales ­el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea­ que para los agobiados ciudadanos desde Lisboa hasta Atenas tienen la culpa de sus problemas

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