lunes, 1 de septiembre de 2014

"El traductor también es una persona..."

Una breve columna de opinión, publicada sin firma, el 19 de mayo pasado, en el blog de la agencia mallorquí Signe Words..

El traductor en la sociedad

 Un poco de historia
Históricamente, la traducción se ha considerado una aberración. ¿Por qué habríamos permitido que se degradasen los idiomas nobles, como el latín o el griego, al traducirlos a idiomas considerados inferiores? La primera persona que quiso traducir la Biblia al inglés, William Tynsdale, pagó un alto precio ya que fue quemado vivo.

Entonces había poco (o ningún) reconocimiento para dicho trabajo y el acceso a los recursos culturales y políticos quedaba reservado a una élite de eruditos. La traducción quedó en un oficio en la sombra. En una sociedad donde se han desarrollado los recursos necesarios junto con la comunicación, ¿ha cambiado la situación del traductor y de su trabajo?

La traducción vista por la sociedad
Desafortunadamente, siguen existiendo numerosos prejuicios cuando se habla de traducción, especialmente uno: la traducción no es un trabajo real, sino una tarea de la que cada uno puede encargarse sin mayor dificultad, gracias a las clases de idiomas impartidas durante la etapa escolar. Se puede relacionar eso con otro prejuicio un poco simplista: el traductor es un diccionario, alguien a quien se le puede preguntar cualquier término fuera de su contexto. ¿Significa eso que se podría sustituir al traductor por herramientas de traducción automática? Hay numerosos ejemplos que muestran las consecuencias de este tipo de traducción sobre la imagen de la empresa que optó por la solución más rápida y más barata.

De aquí podemos sacar otra idea preconcebida sobre la traducción, como que es una tarea que se hace fácil y rápidamente si tienes un diccionario bilingüe a mano. Es lo que puede llevar a la incomprensión entre el traductor y el cliente, especialmente en una sociedad que nos pide que seamos cada vez más eficientes, con plazos cada vez más cortos. Todo eso ayuda a construir una imagen poco gratificante de esta profesión y de la persona que lo cumple.

Sin embargo…
La traducción es un trabajo mucho más complejo que la imagen que de él tiene la sociedad. El filósofo Franz Rosenzweig así lo resume: “traducir es servir a dos señores a la vez”.

No se trata sólo de transcribir un enunciado con toda la sutileza que tiene el idioma del que proviene, sino también de reproducir un enunciado tan rico y fluido en el idioma de llegada como en el idioma original. No se trata de transferir una palabra de un idioma al otro, sino el sentido, respetando a la vez el idioma original y el idioma de llegada en toda su complejidad respectiva, sea a la altura de la gramática o de referencias culturales más precisas. La traducción palabra por palabra como si de un puro mecanismo se tratara es una visión simplista que minimiza un trabajo que requiere numerosas búsquedas y mucha creatividad por parte de la persona que lo lleva a cabo.

El traductor también es una persona cuyo trabajo es relacionar los pueblos y las culturas. La traducción es un medio esencialmente útil para la comprensión intercultural. El traductor es el vínculo entre los actores, la persona que permite que una relación se establezca entre dos personas de un idioma y de una cultura diferente. Algunos le darían el nombre de ‘oficio más viejo del mundo’, porque es gracias a este contacto entre los pueblos que se ha hecho la historia de la humanidad. Tras la necesidad de comunicar y el ambiente multicultural, nuestra sociedad debe favorecer una revalorización de la traducción y, por consiguiente, una revalorización del antiguo oficio de traductor. Según dice Le Clézio, “la traducción reúne los pueblos y favorece la paz”. Entonces, ¿por qué no pensar en este como uno de los oficios más hermosos del mundo?


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