jueves, 14 de mayo de 2015

Tutatis es grande

El artículo, firmado por Andrés Valenzuela, se publicó ayer en el diario argentino Página 12: dos editoriales locales comienzan a editar las aventuras de Asterix en la Argentina, alcanzando de ese modo a otra generación más. Resta por ver en qué traducción, no sea que los romanos sigan estando “majaretas”…

La aldea gala en la Argentina

Edith Piaf, el Museo del Louvre y Astérix. Luego cada quien le podrá agregar a la lista sus pendones franceses preferidos: los vinos, sus quesos, sus monumentos, su cine, sus filósofos posmodernos. Pero es imposible quitar esos ítems de la lista en la que los mismos ciudadanos franceses reconocen parte fundamental de su identidad cultural nacional. Y Astérix, la historieta creada por el guionista René Goscinny y el dibujante Albert Uderzo, es desde 1959 un emblema de la cultura contemporánea de las Galias. La irreductible aldea gala se convirtió desde hace décadas en símbolo de resistencia contra la ocupación y expresión fuera de serie de una de las artes populares más apreciadas por ese país.

En Argentina se publicó durante muchos años en revistas escolares y hasta hubo alguna recopilación de las aventuras. Pero desde hace años, el único modo de leer este clásico de la historieta universal era accediendo a ediciones extranjeras. Ahora, por el trabajo conjunto de Libros del Zorzal y Grupo Planeta, se relanzan las aventuras de Astérix, Obélix y su entrañable galería de personajes. La edición local tendrá el tamaño del típico álbum francés, pero será en tapa blanda. La coedición comenzó su tarea publicando los dos primeros títulos de la serie (sobre un total de 35 ya publicados y otro más por llegar en Francia): Asterix el Galo y La hoz de oro.

El primer tomo presenta a los personajes y sitúa la acción en tiempo y espacio: la aldea gala rodeada de campamentos militares romanos, sus habitantes y su belicosa, pero despreocupada relación con las legiones del César. En el segundo volumen, Goscinny y Uderzo mandan a sus personajes hasta Lutecia y empiezan a construir el gran mundo que involucra a sus protagonistas y que con el devenir de las aventuras los llevará incluso a tierras tan distantes como Egipto.

La saga es uno de esos infrecuentes casos donde el éxito popular no desentona con la devoción que le dedica la crítica. Sus centenares de millones de ejemplares vendidos en decenas de idiomas la confirman como una obra popular y universal, pero eso no riñe con el criterio de los especialistas, que la reconocen como una obra maestra del noveno arte y un ejemplo prototípico de la historieta francobelga.

Lo notable de la relectura de estos libros es cómo resistieron el paso del tiempo. Más de medio siglo después de su primera publicación, se pueden seguir leyendo casi como si fueran una novedad. Y no sólo porque aparece siempre algún matiz o detalle nuevo (que también), sino por la solidez narrativa que encierra. A Goscinny y Uderzo les alcanza un álbum para plantar las reglas de un universo maravilloso que se permite contener a la vez guiños para chicos y grandes, divertir a lectores de cualquier edad, jugar con la identidad nacional francesa y, de yapa, hacer historieta de la buena.

Además, en estos tomos ya aparecen los elementos fundamentales que serán recurrentes en toda la serie: la fuerza descomunal que provee la pócima mágica del druida Panoramix, la inteligencia de Astérix para arreglárselas sin ella, la relación con los soldados romanos (y su uso aparentemente caótico de los lugares comunes del latín), los acentos típicos de otras regiones de Francia (y más adelante, del mundo), los menhires y la ingesta desproporcionada de jabalíes asados. Por Tutatis, qué bueno que es tener a estos galos en la biblioteca.


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