lunes, 15 de junio de 2015

Elvio Gandolfo vuelve al Ulises

Elvio Gandolfo comentó la aparición de la nueva traducción del Ulises en su columna semanal de la revista Noticias.

Un clásico que está vivo

Pertenece a la media docena de libros fundamentales del siglo XX. Extenso, maciso, el Ulises es además un desafío para traducirlo. En castellano, la primera traducción fue de Borges, que con olfato y brevedad marketinera se encargó de un pedacito del monólogo final ya entonces famoso (de Molly Bloom) que lo cierra. Después estuvo el libro completo trasladado por José Salas Subirat, que durante décadas fue el que influyó directamente en incontables escritores de hablas españolas que allí lo absorbieron. Aún hoy esa versión se sigue publicando con regularidad. Desde España lo trasladaron José María Valverde (Lumen) y Francisco García Tortosa (Cátedra).

Leí el libro completo hace demasiados años, con la energía y la ambición de la adolescencia: como me había partido la cabeza, traté enseguida de escribir algo que incluso lo superara. Mucho después, releerlo me parecía casi una deuda, para ver cómo funcionaba en otra edad. Lo intenté más de una vez, pero fracasaba. Me parecía que la versión de Valverde normalizaba la monstruosidad múltiple del original (o de la traducción que yo había leído).

Al hacer esta crítica, llevó leídas 150 páginas. Tengo que reacomodar mis agendas para seguirlo y terminarlo. Me pasó lo mismo. No puedo creer (como me costó creerlo entonces) que alguien haya intentado comunicar todos los incontables niveles de lenguas, olores, información, religiones, funciones corporales y ruidos de la vida ciudadana y sus aledaños (baldíos, torres abandonadas) a pleno. Supongo que esta vez terminaré también agotado y satisfecho. Pero no correré a tratar de reescribirlo. Ya lo hizo demasiada gente.

En este caso ha sido una buena decisión no sobrecargar el libro con prólogos extensos. Otra, la anotación puntillosa. A veces resulta excesiva, aunque inevitable: por ejemplo, citar cada línea de una canción determinada mientras pasa por la cabeza de un personaje.

La mejor decisión, sin embargo, es material: publicarlo a la altura de su contenido. Es un libraco sólido, con márgenes generosos, y cuyo lomo resiste con hidalguía el trato y el maltrato. Lo que se merece un clásico vivo, para usar. Un alivio adicional es leer “Hace calor” en vez de “Vaya calor”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario