viernes, 19 de junio de 2015

"Los motores que impulsan al traductor"

Un texto de Adán Kovacsics sobre Carl Dallago, traductor de Lao Tse, publicado hoy en El Trujamán. 

Una traducción en la Primera Guerra mundial


Es sabido que al estallar la Primera Guerra Mundial una mayoría de poetas, escritores y, en general, intelectuales austríacos mostró un incontinente entusiasmo por la causa bélica y lo proclamó en cientos y cientos de poemas, artículos, crónicas, manifiestos y escritos de índole varia. No todos, sin embargo, apoyaron ese fervor guerrero. Conocida es la postura radicalmente contraria del satírico vienés Karl Kraus, que expresó en su revista Die Fackel. Menos conocida es la que se manifestó en otra revista: Der Brenner. En la primavera de 1915 publicaba un número especial que resultó ser una forma sutil de posicionamiento antibélico, a pesar de no contener ningún texto que pudiera definirse de forma directa como tal. Ahí estaban, por ejemplo, los últimos poemas de Georg Trakl —entre ellos Grodek—, o un texto de Sören Kierkegaard titulado, no de manera casual, «Sobre la muerte». Ahora bien, los dos escritos centrales, por extensos, de aquel número provenían de dos colaboradores habituales de la revista, Theodor Haecker y Carl Dallago. El del primero se titulaba «La guerra y los líderes intelectuales» y polemizaba contra el lenguaje periodístico, la verborrea belicista, la supresión del nexo esencial entre palabra, pensamiento y silencio y la consecuencia de ello: el crimen de la guerra.

El segundo texto es la traducción de Dallago del Tao Te King (o Dào Dé Jing). Carl Dallago (1869-1949), nacido en Bolzano, fue un crítico de la sociedad burguesa y a partir de los años veinte se opuso decididamente al fascismo y al nacionalsocialismo. Anticlerical, pacifista, amante de la naturaleza, su paisaje eran los Alpes, donde vivió siempre, tanto en el lado cisalpino como en el transalpino.

Su versión alemana del Tao Te King es una manifestación más del insondable mundo de la traducción (e interpretación) de la obra de Lao Tse (o Laozi). ¿Cuántas traducciones se habrán hecho en el siglo xx? ¿Más de doscientas? Sólo en inglés, su número supera los cuarenta. Al mismo tiempo, la versión de Dallago es también una muestra de uno de los motores que impulsan al traductor: la pulsión de absorber una obra, de apropiarse de ella a través de la traducción. A través de esta, Dallago hizo suyo el Tao Te King. En aquella época, tal pulsión se imponía a otras consideraciones y escrúpulos: por ejemplo, los que vendrían dados por no tener ni la menor idea del idioma chino. Para crear su versión, Dallago se basó en las traducciones de Richard Wilhelm, de Alexander Ular y de Franz Hartmann que, no obstante, le parecían insuficientes.

Lo animaba en su empeño, como a otros, la intuición de que el ser humano de una época inicial poseía un saber que nunca más se alcanzaría, presente en el pensamiento de Lao Tse, de Heráclito, de Pitágoras, de los Upanishads, de los profetas bíblicos. Era cuando el hombre tanteaba la puerta del ser. Ese hombre había desaparecido, y Dallago quería acercarse a él a través del Tao Te King. De ahí que escribiera en la introducción a su versión frases como las siguientes: «Al principio es la perfección» o «El verdadero progreso es regreso».

«Dos rasgos fundamentales de mi personalidad —escribía allí— me hacían particularmente sensible a él [a Lao Tse]: mi convicción de la futilidad de la multitud como tal, así como mi fe en algo grande que une y que está en el ser humano. La una está relacionada con la otra». Y: «La cohesión externa impide que cobre vida aquello que une». Había allí una clara alusión a cuanto estaba ocurriendo en el ámbito político y militar en aquel momento. Mientras se movilizaba a masas humanas para que se enfrentaran entre sí, Dallago se refería al Tao Te King como «el reflejo de una lejana vida modélica», la cual «proclama quinientos años antes de Jesucristo aquello que une a los hombres». Y Dallago explica también, en su introducción, hasta qué punto la realidad de la guerra impregnó su trabajo de traductor y la elección de sus palabras. Muestra su versión de la sección número 71 del Tao Te King, que dice así: «Cuando los hombres ya no se toman en serio la muerte, la vida les muestra su terrible seriedad» y la compara con las traducciones anteriores, en las que la muerte, esa realidad cotidiana de la guerra, no está presente. Él sí utiliza la palabra «muerte» y se refiere expresamente a cómo ha sido banalizada por el periodismo en aquellos años de conflicto bélico.

Como señala Dallago: «La verdadera paz… necesita capacidades mucho más elevadas que la guerra».

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