lunes, 21 de septiembre de 2015

El final de una larga sociedad

Daniel Divinsky y Kuki Miller

El Administrador de este blog siempre pensó que la actividad de Daniel Divinsky había sido sobrevalorada, acaso por la manera en que el editor fogoneó su propia reputación a lo largo de su ya dilatada trayectoria. Está, sí, una primera etapa heroica y luego la censura y persecución de la que fue objeto durante la dictadura militar. Sin embargo, podría decirse que terminada ésta, en las últimas décadas, lo principal de Ediciones de la Flor fueron sus muchos libros de historietas, por cierto, claramente rentables, a los que habría que sumar alguna apuesta en seguro, como la publicación de los Cuentos completos de Rodolfo Walsh, o de alguna obra de John Berger. Para comprobarlo, basta con revisar las novedades y reimpresiones del catálogo.

Todo esto sería apenas una opinión entre un mar de otras opiniones, si Divinsky en algún momento no hubiese mostrado la hilacha. Esto ocurrió el 15 de agosto de 2009, cuando, en la sección Flora y Fauna de la revista Ñ, no pudo con su genio. En la columna en cuestión se recogieron los dichos de Divinsky en una mesa redonda que, con el título “Los pioneros de la edición independiente”, se realizó en la Biblioteca Nacional de Argentina. Allí, según recuerda el artículo, una señora del público levantó la mano para manifestar: “Aquí también debería estar (José Luis) Mangieri”. Lamentablemente, Mangieri había muerto seis meses antes. Pero la señora había querido mentarlo porque su obra –tanto la visible como aquella que no se puede cuantificar– había dejado en muchos lectores una impronta imborrable. Divinsky, entonces, con un gesto que de manera benévola podríamos considerar de mera envidia, no se privó de señalar: “Sí, fue una buena persona y un gran amigo. Pero pudo editar lo que editó porque tenía una mujer norteamericana y multimillonaria”. La afirmación de Divinsky era una infamia ya que Mangieri –que, dicho sea de paso, nunca fue amigo de Divinsky, sino apenas colega–, a pesar de haber publicado alrededor de 800 títulos en sus cuarenta años de labor editorial, vivió y murió en la pobreza, llegando a hipotecar su casa en varias oportunidades para publicar libros que consideraba importantes, dato que contrasta con las muchas historias que giran alrededor del supuesto altruismo del dueño de De la Flor. Lea Fletcher, la mujer de Mangieri, a pesar de ser una prestigiosa académica estadounidense, subsistía de su ocasional trabajo como traductora y ayudaba a su marido componiendo sus libros en una vieja computadora. Y eso lo sabía todo el mundo. Sobre todo, sus amigos (y de paso, qué curioso que Divinsky, señalándose amigo de Mangieri no lo supiera). Por lo tanto, la reacción no se hizo esperar y en las semanas siguientes hubo un aluvión de cartas de escritores, artistas e intelectuales que pusieron las cosas en su lugar. Los primeros, y con una altura conmovedora, Martín y Andrea Mangieri, hijos del editor. Luego, como siempre, pasó el tiempo y muchos se olvidaron del incidente. .

Ahora, Divinsky vuelve al ruedo. Claramente peleado con su ex mujer, le vendió su parte de Ediciones de la Flor y lo hizo promocionando el gesto con mails y entrevistas, sin olvidar ponerse en el sitio de víctima (y no sólo por las varias colonoscopías que, en la entrevista que se reproduce en esta entrada y dando clase de buen gusto, confiesa haber tenido que hacerse). Por la poca memoria del público y por la hipocresía de muchos intelectuales, esa estrategia siempre le ha servido este editor al que la historia, sin duda, alguna vez observará con más detalle.

Lo que sigue es la entrevista que le realizara Silvina Friera en el diario Página 12 del domingo 20 de septiembre pasado. En la bajada se lee: "El fundador de la editorial que desde 1966 publicó a Walsh, Fontanarrosa y Quino, entre otros, le cedió su parte a Ana María 'Kuki' Miler, su ex esposa y ex socia. 'No me sentía con fuerzas ni para continuar en una pelea ni para seguir trabajando tan intensamente', dice.

Cambio de firma para un sello mítico

“El renunciamiento de Daniel” podría ser el título de una obra de teatro que deja un sabor amargo. Ningún final, por más meditado que sea, es feliz. La ironía es un arma afilada en manos del último editor de raza. “Ahora tengo mucho tiempo libre”, bromea Daniel Divinsky, el creador de Ediciones de la Flor –que empezó a funcionar en 1966– con casi cincuenta años de experiencia y olfato, de convicción y hedonismo ecléctico que le permitieron construir un catálogo diverso con Quino, Roberto Fontanarrosa, Rodolfo Walsh, Fogwill, Maitena, Liniers, Vinicius de Moraes, John Berger y Umberto Eco, por mencionar apenas un puñado de un listado inabarcable. A los 73 años, Divinsky decidió alejarse del sello. La editorial quedará a cargo de Ana María “Kuki” Miler, quien fue su esposa durante casi cuarenta años, hasta que se separaron, en 2009. “El viernes pasado, luego de complicadas mediaciones, firmé la cesión a precio irrisorio de mi parte en Ediciones de la Flor a mi ex socia –cuenta el ex editor en un email que circuló esta semana–. Decisión dolorosa, que me tiene muy triste, pero al mismo tiempo aliviado: la convivencia laboral se había tornado imposible y todo proyecto mío se estrellaba con su enconada negativa.”

Divinsky, el hombre que dejó la abogacía a los 24 años para dedicarse a editar libros, cuenta a Página/12 los entretelones de esta despedida con esa extraña calma posterior a una gran tormenta, una mezcla de abatimiento y liberación, de resignación y misión cumplida. “Hacía tiempo que había inconvenientes de funcionamiento, lo que yo llamo ‘incompatibilidad de caracteres tipográficos’ y decidí dejar la editorial porque no me sentía con fuerzas ni para continuar en una pelea ni para seguir trabajando tan intensamente. Entonces, después de largas negociaciones, llegamos a un acuerdo por el cual cedí mi parte. Todo se complicaba por el hecho de que la editorial funciona en un inmueble que es de mi propiedad, heredado de unas tías y de mi padre, y no se sabía si la editorial se iba a tener que mudar. Finalmente, se firmó un contrato de locación con un alquiler muy por debajo de los valores de plaza”, cuenta el creador de Ediciones de la Flor, nombre que surgió de una exclamación de la escritora y periodista Pirí Lugones –la nieta del poeta Leopoldo Lugones–, desaparecida durante la última dictadura militar, que exclamó: “¡Flor de editorial quieren hacer!”.

–¿Queda algún margen, una posibilidad de volver?
–No, por las dificultades de ponernos de acuerdo con mi ex socia. La editorial seguía y sigue muy próspera y funcionando bien. Este año se publicaron unos 12 libros en un ritmo normal. Lo único que no aceptó ella es la publicación de algunos libros que yo quería publicar, y tenía derecho a eso.

Cuesta imaginarlo jubilado de la edición de libros. ¿Qué va a hacer ahora?
–Voy a respetar lo acordado: durante tres años no puedo ser editor con mi nombre ni dirigir una colección. Voy actuar como asesor, dar charlas, escribir prólogos; seguiré ejerciendo actividades intelectuales ligadas al libro, pero sin editar.

–¿Imaginaba este final?
–Ni en mis peores pesadillas...

–¿Qué hubiera deseado para la editorial?
–Hace un par de años tuvimos un almuerzo con Jorge Herralde en el que nos contó, muy entusiasmado, el acuerdo al que había llegado con Feltrinelli, la editorial italiana que se quería instalar en España, por el cual Herralde y su mujer le iban cediendo un porcentaje cada año de Anagrama hasta terminar cediendo la totalidad de las acciones, conservando la dirección editorial mientras tuvieran ganas. Herralde nos sugirió que hiciéramos lo mismo –dado que nuestro único hijo es músico y no tiene ninguna intención de continuar con la actividad– con alguna de las editoriales independientes locales. Incluso comentó el tema con el editor de una de esas editoriales, que me llamó de inmediato sumamente interesado. Me entusiasmó la posibilidad, pero fue totalmente rechazada por Kuki.

–¿Continúa Kuki Miler sola al frente del sello?
–Sí, tiene toda la capacidad, la formación, la experiencia y la relación con los autores. Así que no hay duda de que la editorial va a seguir igual.

–Hay vida cultural después de Ediciones de la Flor, ¿no?
–Yo pensaba escribir una columna de opinión que se titularía “Mi historia clínica 2015”. Este fue un año en el que fui sometido a varias operaciones voluntariamente, en algunos casos con anestesia total, en algunos con anestesia local y en otros sin anestesia. Me operé de la vista, por lo cual ahora veo sin anteojos, me sacaron por criocirugía un carcinoma de piel y después me hicieron dos videocolonocopías para extirparme unos pólipos. Ahí ya tenés cuatro operaciones. La quinta fue la extirpación de Ediciones de la Flor. Todavía no me recuperé de los efectos de la anestesia...


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