lunes, 20 de junio de 2016

Un título que sigue siendo problemático

Daniel Varacalli Costas tuvo la amabilidad de enviar al Club de Traductores Literarios de Buenos Aires las siguientes reflexiones sobre el problema que plantea el título de la famosa novela de J.D. Salinger. Lo hace invocando las entradas de Jorge Aulicino (29 de enero de 2010) y de Fernando Sorrentino (30 de enero de 2010), amblas oportunamente subidas en este blog.

¿Cazador o guardián?

Hace ya varios años se publicaron en este blog dos entradas referidas a las traducciones españolas del título de la novela The Catcher in the Rye, de J. D. Salinger, firmadas respectivamente por Jorge Aulicino y Fernando Sorrentino. Ambas coincidían en que el título El cazador oculto, en la versión pionera de 1961 debida al argentino Manuel Méndez de Andés, resulta superior a El guardián entre el centeno, adoptado por la española Carmen Criado en 1978 y aprobado por el propio Salinger.

Los ensayistas, sin embargo, coinciden por razones diferentes. Sorrentino, siguiendo un artículo previo de Rodolfo Rabanal, considera intraducible  el “catcher” del original, dado que el término es tan claro como popular en Estados Unidos cuando se refiere al “cátcher” del “béisbol”, una suerte de “arquero” que no puede ser vertido al español de ese modo ni como “agarrador” sin incurrir en espanto. De modo que “cazador”, en el sentido de “cazar” la pelota, sería curiosamente para Sorrentino más aceptable, aunque “guardián” sea una palabra más cercana a nuestro “arquero”. Para Aulicino, en cambio, el personaje de la novela, el adolescente Holden Caulfield, nunca está en posición de “guardián”, no vigila a nadie, y se queda con “cazador” por razones entre  nostálgicas –él leyó el libro en esa traducción, y sabemos del poder de las primeras impresiones- y poéticas.

Al presentar el debate, el administrador del blog desafió a argumentar a los defensores del otro título. No sé si alguien lo hizo, pero por de pronto yo me quedo en principio con el “guardián” y me gustaría explicar por qué.

La clave del asunto, como no se les escapa a los ensayistas, está en la propia novela. Sin embargo, pese a reproducir parcialmente el párrafo en el que Salinger da cuenta de su título, no parecen sacar de él la misma conclusión que yo. Como es sustancial, lo reproduzco íntegro en la traducción de Méndez de Andés. Habla el protagonista:

¿Sabes lo que me gustaría ser? –dije- ¿Quieres saber lo que me gustaría ser? Es decir, ¿si pudiera elegir?
¿Qué?
Sabes esa canción, “Si un cuerpo agarrase a otro atravesando el centeno”. Me gustaría…
¡Es “Si un cuerpo encontrase a otro atravesando el centeno! Me corrigió Phoebe- Se trata de un poema de Robert Burns.
Ya sé que es un poema de Robert Burns.
Phoebe tenía razón. Es “Si un cuerpo encontrase a otro atravesando el centeno” Pero en ese entonces yo no lo sabía.
Creí que era “Si un cuerpo agarrase a otro” -dije. Bueno, de todos modos me imagino a muchos niños pequeños jugando en un gran campo de centeno y todo. Miles de niños y nadie allí para cuidarlos, nadie grande, eso es, excepto yo. Y yo estoy al borde de un profundo precipicio. Mi misión es agarrar a todo niño que vaya a caer en el precipicio. Quiero decir, si algún niño echa a correr y no mira por dónde va, tengo que hacerme presente y agarrarlo. Eso es lo que haría todo el día: sería el encargado de agarrar a los niños en el centeno. Sé que es una locura; pero es lo único que verdaderamente me gustaría ser. Reconozco que es una locura.

Cuando Aulicino dice que Holden Caulfield no cuida ni vigila a nadie, se refiere a cómo el protagonista se comporta en la novela, pero no a lo que el personaje dice querer ser. Más allá de ser un chico escapista y alocado, Caulfield está hablando de su vocación en una particular coyuntura vital: la adolescencia. Aunque suena delirante –y Caulfield lo admite al final- a él sólo le gustaría dedicarse a estar oculto entre el centeno y agarrar a los chicos que juegan para que no caigan en un precipicio. En definitiva: cuidarlos. Es claro que la palabra “cazador” nunca alude a alguien que cuida, sino a quien se apropia para sí de un animal, al que en general termina comiendo. Es imposible seguir a Aulicino cuando dice: “Lo que hace el personaje es soñar que, en un gran campo de centeno, él se empeña desesperadamente en atrapar a los niños para que no caigan en el precipicio cercano. En este sentido, está lejos aún de ser un guardián.” Pero si no es un guardián, mucho menos entonces es un cazador.

Más adelante aclara: “El cazador atrapa su presa, se cobra una pieza, la derriba y siempre, en último caso, la toma.” Completamente de acuerdo: Holden Caulfield sueña en cambio con ser un guardián, un cuidador, un custodio, pero jamás un cazador.

Ahora bien, el texto de Salinger da una segunda clave acerca del título. Está tomada de un poema del escocés Robert Burns, que Caulfield recuerda mal. Si volvemos al texto, veremos que él dice “agarrar” un cuerpo donde el original dice “encontrar” (esto es, cambia “meet” por “catch”), ante lo cual es corregido inmediatamente por su interlocutora.

Para disipar la cuestión, tengo ante mí una hermosa edición de 1884 de la obra poética completa de Robert Burns, en cuya página 481 luce el poema en cuestión, en letra diminuta:

Comin thro' the rye, poor body,
Comin thro' the rye,
She draigl't a' her petticoatie,
Comin thro' the rye!

O, Jenny's a' weet, poor body,
Jenny's seldom dry:
She draigl't a' her petticoatie,
Comin thro' the rye!

Gin a body meet a body
Comin thro' the rye,
Gin a body kiss a body,
Need a body cry?

Gin a body meet a body
Comin thro' the glen
Gin a body kiss a body,
Need the warl' ken?

Se trata de la letra de una canción popular escocesa, una de las tantísimas a cuya música Burns asignó una letra propia, alterando la original. En este caso, de una canción infantil, Burns hizo en 1782 una balada que, como veremos, ya no tiene nada para niños.

Ensayo una traducción sencilla del poema:

“Yendo a través del centeno, pobrecita / yendo a través del centeno / se manchó sus enaguas / yendo a través del centeno. / O, Jenny está mojada, pobrecita / casi nunca está seca / se manchó sus enaguas / yendo a través del centeno. / Si un cuerpo encuentra a otro / yendo a través del centeno / si un cuerpo besa a otro cuerpo / ¿es necesario gritar? / Si un cuerpo encuentra a otro cuerpo / yendo a través de la cañada / si un cuerpo besa a otro cuerpo / ¿tiene que saberlo todo el mundo?”

El procedimiento de Burns explica el título y la novela toda. El poeta escocés transformó una canción aparentemente ingenua en una canción erótica. Holden Caulfield es un adolescente que, como todo adolescente, se resiste a abandonar la niñez. Aunque no hay marcha atrás, él sólo tiene una vocación: evitar que los niños que juegan en un campo de centeno caigan en un precipicio. Él quiere ser el guardián que los salve sin ser visto, “agarrándolos” del brazo. Nada de cazador: él es un cuidador, oculto si se quiere, pero un guardián al fin que se ve reflejado en esos niños imaginarios que no se resisten a abandonar la añorada latencia. Lo prueba la escena final de la novela que sucede en la calesita: para mí, el momento más emotivo de esta vibrante pintura de Salinger sobre el dolor que genera la irreversibilidad del crecimiento.

Por supuesto que no es casual que Caulfield confunda la cita del poema: él cambia “encontrar” por “agarrar” en relación a los “cuerpos”. Para un argentino quedaría  muy claro si la traducción dijera “coger”. En el “salvar” al niño Caulfield imagina a su cuerpo interactuando con otro. El adolecente no puede escapar a su sino: al querer salvar a otro sólo puede penetrar al otro. El cuerpo del niño que debe ser salvado se transforma así en un cuerpo deseado y deseante. Sólo llegados a este punto el “guardián” se convierte en “cazador”: el cuerpo cuidado(r) es un cuerpo cazado(r) que ya no puede escapar a su propia sexualidad.

Resta todavía una cuestión y es la referente al “centeno”. Quizás tampoco se justifique en este caso ser excesivamente literal. La palabra “Rye” en el poema de Burns podría terminar siendo un apelativo antes que un sustantivo común. La “cañada”” o mejor, “desfiladero” (glen) al que alude el poema de Burns en su última estrofa es un lugar real de Escocia: por allí se desliza un arroyo llamado “Rye” que confluye con el río Garnock en la localidad de Drakemyre. Una leyenda del siglo XVIII ubicaba allí las correrías de la “húmeda” Jenny –natural de Dalry- y no faltó quien le cambiara algunas palabras a la balada (a la que se agregaron un par de estrofas), entre ellas “fuck” en lugar de “kiss”. Así de groseros eran en el siglo XVIII.

Acaso hayamos ido demasiado lejos, pero el camino está señalado claramente en el párrafo citado de Salinger, y no hay que hacer demasiado esfuerzo para recorrerlo en estos tiempos de Internet.

Creo haber sido claro en mi opción por “El guardián en[tre] el centeno”, en tanto Caulfield aspira a ser un cuidador de niños para que su propia niñez no desaparezca en el abismo del tiempo que se escurre. Intención inútil, que no podrá contra su propia sexualidad que hará que el “guardián” devenga, fatalmente, en “cazador”.

Mantengo esta vacilación para honrar el trabajo del ignoto Manuel Méndez de Andés, cuya identidad fue develada por Fernando Sorrentino en otro trabajo: se trata del sobrino nieto del homónimo cuyo nombre lleva una calle de Buenos Aires. Mientras tanto, me indigna que en un ensayo español se consigne a la traducción de Carmen Criado como la primera en nuestra lengua, al mismo tiempo que me divierte saber que en 1965 la editorial Ariel publicó una traducción al catalán de la novela de Salinger bajo el título de L´ingenu seductor, firmada por Xavier Berenguel. Esto sí, claro, es haber ido demasiado lejos.


1 comentario:

  1. 1. m. y f. Persona que guarda algo y cuida de ello.
    DRAE

    Estoy de acuerdo en este caso con la RAE. Esa es mi idea de guardián. Hay una segunda acepción que la RAE no tiene en cuenta: vigilante, custodio, etc. Pero yendo a la primera únicamente, creo que el protagonista de "El cazador oculto" no guarda nada ni en sueños. Lo que querría es evitar que los niños se caigan en el abismo. Pero hay muchos niños en ese sueño y eso le da un carácter angustioso. Es mi lectura. Por eso sigo sosteniendo que el protagonista ni en sueños guarda ni cuida nada. Solo quiere evitar que los chicos se pierdan, atrapándolos. Sueño que podría tener cualquier pedófilo por lo demás.

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