viernes, 8 de julio de 2016

No se culpe a nadie

Luego de publicados los dos textos que se ofrecieron en las entradas de ayer y antes de ayer, el Administrador de este blog le pidió a Marcelo Zabaloy un texto donde explicara cómo realizó su trabajo, a partir de qué criterios y en qué condiciones. Ésa es, probablemente, la mejor forma de enterarnos por qué su versión de Finnegans Wake es como es y no como otros quisieran que fuese.

Consideraciones sobre mi traducción de Finnegans Wake

Cuando terminé de traducir el Ulises en junio de 2009 me sentí vacío. Había pasado cinco años haciendo algo que me llenaba de gozo, y una vez terminado quise saber qué era Finnegans Wake. Empecé a leerlo y no dejé que las dificultades que encontraba a cada paso me desalentaran de seguir leyendo. Cada tanto encontraba frases de una belleza extraordinaria, luminosas aún cuando en algunos casos siguieran siendo incomprensibles en el sentido literal de la palabra. Tenía la experiencia que me había dejado la traducción del Ulises y no era difícil encontrar los innumerables rastros de esta obra que están diseminadas por Finnegans Wake; de esta y de todas las obras de Joyce que había leído con bastante atención. Así y todo al llegar a la página doscientos cincuenta o algo así me propuse hacer lo mismo que había hecho con Ulises, es decir traducir, para leer mejor.

La tarea no era cosa fácil pero me apasionó de inmediato; caso contrario no hubiera podido seguir adelante. De más está decir que, como en el caso de Ulises, no tenía un encargo de ninguna editorial. Este tipo de emprendimientos no puede pensarse desde la típica relación editor/traductor. Nadie en su sano juicio encargaría semejante cosa a una persona que no fuera un experto en el tema; nadie le pagaría a esta persona el tiempo que le llevaría la empresa. Tal vez de ahora en más sí. Por mi parte un encargo semejante me hubiera paralizado y jamás hubiera aceptado comprometerme con fechas y remuneraciones.

Durante el proceso de lectura y traducción simultánea fui leyendo una buena cantidad de libros que trataban sobre el Finnegans Wake. En todos encontraba algo de lo que me hacía falta para avanzar. Las guía escenciales han sido el Annotations to Finnegans Wake de Roland McHugh y su versión dinámica en línea, FWEET, Finnegans Wake Extensible Elucidation Treasury, creado y administrado por Raphael Slepon.

Supongo que de manera intuitiva decidí que las palabras en inglés distorsionado debían ser reflejadas en una especie de espejo castellano que reprodujese la distorsión; en lugar de intentar enderezarlas me dediqué a pensar neologismos que sonaran, si fuera posible, como la misma palabra en seudinglés; y cuando la palabra tiene raíz latina no es demasiado difícil y a veces son palabras divertidas (recuerdo la distorsión newsreel x nursereel en la página 489 del original (Faber&Faber, 1939) :

This nonday diary, this allnights newsereel.

Que quedó:

–Este diario del nunes, este nodriciero noctambulante.

Esta delicia de abollar palabras y pegotearlas de manera habitual produce una especie de fascinación de la que es difícil despegarse. En esta misma página citada hay cuarenta y ocho palabras que no figuran en el diccionario inglés. Si decimos que el caso se repite en las seiscientas veintiocho páginas del libro podemos asegurar sin ninguna exageración que hay en Finnegans Wake aproximadamente treinta mil cien palabras para inventar.

En el proceso de la traducción del Ulises tuve como ayuda principal el texto de la traducción al francés publicada en 1929; esta traducción fue hecha por Auguste Morel, con la colaboración de Valéry Larbaud y Stuart Gilbert y contó con la participación del autor.  Supuse que habría una traducción integral al francés y en el año 2010 estuve dos meses en la Biblioteca Francois Mitterand, en Francia, con el propósito de leer todo lo que mefuera posible acerca de lo que suponía sería la traducción al francés de Finnegans Wake que indudablemente habría revisado James Joyce en persona.

Perono había tal cosa y en cambio leí artículos y ensayos y libros enterossobre la génesis de FW. Al fin me quedó una ideabastante precisa del berenjenal en el que me había metido pero pude encontrar lapunta de la madeja, el hilo del que tendría que empezar a tirar para lograr micometido. Y esto era lo que iba a hacer: comenzaría por el único capítulo en cuyatraducción Joyce participó de manera activa, Anna Livia Plurabelle. Joyce habíaquedado satisfecho, o eso dicen, con la traducción en la que habían participado Samuel Beckett, Alfred Perron, Ivan Goll, Eugène Jolas, Paul Léon, Adrienne Monnier y PhilippeSoupault; por lo tanto, otra vez, la versión francesa iba a ser la guía para mi trabajo.Traduje Finnegans Wake siguiendo este orden: libro I, libro III, libro IV ylibro II, más o menos el mismo en que fueron apareciendo en distintas publicacionescon el título de Work in Progress.

Durante el tiempo que estuve en París tuve la fortuna de conocer a Hervé Michel, el traductor de Finnegans Wake que hizo algo bien distinto de la versión de Philippe Lavergne: Hervé creó su Veillée Pinouilles distorsionando el francés para conservar el asombro que el lector inglés sentía al leer el texto original. Y además siguió en su traducción la paginación original. Esto me pareció genial y repaginé mi texto según el mismo criterio. A cada página de la edición original de Faber&Faber se corresponde una de la del Cuenco de Plata. Con esto se logra el efecto ilusorio de una imposible traducción literal de un libro imposible de traducir logrando idéntica cantidad de páginas que el original respetando incluso (no siempre, pero casi) el corte de las palabras.

Del capítulo uno hasta el ocho fui poniendo notas; después me pareció imposible seguir porque el libro crecería más allá de lo razonable; las notas no eran sino una repetición sintética de las notas de Roland McHugh. Solamente en Anna Livia Plurabelle anoté seiscientos treinta ríos de todo el mundo. Los ríos fueron puestos por Joyce para que al leerlo en voz alta se oyera, según él, el rumor del agua. Finalmente decidimos que no hubiera notas en la edición del Cuenco de Plata.

Una vez publicado el Ulises, Edgardo Russo y Pablo Hernández del Cuenco de Plata tomaron la decisión de publicar Finnegans Wake en 2016. Desde 2014 hasta la entrega a la editorial hice diez revisiones completas del texto; la número once la hice por skype con Eugenio Conchez. La tarea de Eugenio es imposible de describir; basta con mencionar que en Finnegans Wake hay más de tres mil quinientos nombres propios. La puntuación, el significado de las palabras, la verificación de las distintas acepciones y sus posibles variantes, su origen mitológico o histórico, y miles de cosas más fueron revisadas escrupulosamente por Eugenio.

Pablo Hernández, el editor asociado del Cuenco de Plata, revisó y editó completamente el texto compaginándolo de acuerdo con el texto original, verificando cada corte de palabra al comienzo y al final de cada página en conexión con la siguiente. Tanto Pablo como Eugenio tuvieron una enorme consideración conmigo y respetaron mis decisiones que bordeaban todo el tiempo lo arbitrario; porque si hubiésemos discutido el valor, el peso y la temperatura de cada una de las treinta mil palabras transformadas en neologismos y quizás otras tantas palabras ambiguas no hubiésemos terminado nunca. De todas maneras aportaron gran cantidad de palabras que ellos sabrán ubicar porque las parieron y las quieren como propias.

Finnegans Wake no puede leerse como se lee una novela convencional. La historia que uno busca, el hilo conductor, o bien nunca aparece, por más que exista, o no termina de aparecer que ya ha desaparecido. La historia, dicen, es el texto en sí. Una buena imagen podría ser lo evanescente de las visiones y los diálogos que se nos aparecen en sueños, esas conversaciones que escuchamos y que tienen toda la sonoridad de una charla normal y que sin embargo no sabríamos reproducir más que balbuceando unas pocas incoherencias. En Finnegans Wake no hay espacio ni tiempo; nada es lo que parece incluso cuando lo que aparece es claro. Las afirmaciones que se hagan sobre este o aquél término son tan válidas como irrelevantes. Las opciones de traducción son del tipo [ xn ] en donde para colmo n tiende a infinito. Y sin embargo hay un orden; el libro empieza por el principio, tiene un medio y tiene un final. De cada una de las doscientas cuarenta mil palabras que incluye el texto en castellano puedo dar razón de su existencia, es decir obedecen a una de las opciones posibles que señalan los textos que me sirvieron de guía.

Lo que pude traducir, traducido está; de la recurrente palabra de las cien letras, la última palabra de la lengua perfecta, a veces cambié una onomatopeya por otra; a veces las dejé tal como eran porque sonaban igual o era irrelevante cambiar algo; los neologismos por lo general dan una idea del original. Donde encontré nombres de personas con asombrosas similitudes con personajes locales recurrí a suplantarlos, para divertirme, por los nombres de los personajes locales con asombrosa similitud a veces incluso en el contexto dado.

En resumen, mi traducción se basa en el texto original tal como apareció publicado por Faber and Faber en 1939 y en la traducción al francés realizada por Hervé Michel, Veillée Pinouilles.

Así como traduje Ulises para poder entenderlo de la misma forma empecé a leer y terminé traduciendo Finnegans Wake. Sobre las razones que tuve para precipitarme como un zopenco donde los ángeles temen entrar no tengo mucho para decir. Sólo que seguí un impulso y no me pude contener. No se culpe a nadie. 

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