viernes, 30 de junio de 2017

"Manuel de la Escalera siempre vivió de su trabajo de traductor. Incluso, increíblemente, desde la cárcel, desde las cárceles"

Aníbal Malvar publicó el 23 de junio pasado, en Público, de España, la siguiente nota sobre Manuel de la Escalera, un traductor nacido en México, detenido por los franquistas y condenado a muerte, que pasó 23 años traduciendo en las cárceles de Franco y que murió a los 99 años, al cabo de una vida llena de alternativas.

El escritor que tradujo Tarzán
en una cárcel franquista

Los que lo conocieron lo recuerdan como un tipo tranquilo, apacible... “El mejor ser humano que he conocido”, dice Ramón Akal, su más reciente editor. Será cierto si coincide todo el mundo. Manuel de la Escalera (1895-1994) forjó su placidez existencial sobre una biografía ciertamente tormentosa: nacido en México casi por accidente, después criado en Santander, fue presidiario, escritor, traductor, escultor y cineasta. Estudió de adolescente Bellas Artes en México DF mientras Madero, Pancho Villa y Emiliano Zapata hacían la revolución; trató a Picasso en los felices 20 parisinos; aprendió el oficio del cine en los míticos estudios de la Paramount en Joinville-le-Pont, donde rodó sus películas Carlos Gardel; durante la Guerra Civil española, recorrió el frente cántabro proyectando películas para los milicianos y rodando documentales bélicos como oficial a las órdenes del Estado Mayor republicano; fue detenido por los franquistas en el 39 y recorrió las cárceles de Alcalá de Henares, El Dueso, Burgos y algunas más como condenado a muerte; en prisión, escribió clandestinamente un libro que relata la vida de los sentenciados a pena capital, manuscrito que logró evadir de forma prodigiosa para que un amigo lo mantuviera 17 años oculto en la caja fuerte de un banco; tras serle conmutada la condena por cadena perpetua, salió de la cárcel en 1962, pero la publicación en México y bajo pseudónimo de sus memorias carcelarias le obligó huir de la policía político-social y exiliarse al país azteca en 1996... La monocorde biografía de cualquier hombre plácido y tranquilo, ya se apuntó arriba. Murió a los 99 años en la cama de una residencia de ancianos de Santander, traduciendo hasta el final para completar su magra pensión y pagarse los cuidados.

Salió estos días a las librerías la novela memorialista de Manuel de la Escalera Mamá Grande y su tiempo, en la que un viejo revolucionario español caligrafía su infancia y adolescencia. “Esta autobiografía no llegó a consumarse. Iniciada en la clandestinidad, los trabajos del parto siguieron durante varios años en varias cárceles, hasta que llegó un momento en el que el aborto se impuso”, escribe Escalera en el colofón de este texto que acaba de publicar Akal. Esta Mamá Grande no había sido reeditada desde que en 1980 la distribuyera una pequeña firma santanderina. Como toda la obra de Escalera, amarillea en la marginalidad.

El editor Ramón Akal está empeñado en desempeñársela al olvido. Escalera fue su amigo y traductor en los años 70, al poco de regresar el ex condenado definitivamente a España. Fruto de su colaboración es la primera obra de John Berger editada en España: Ascensión y caída de Picasso (Ed. Akal, 1973). “Hizo una traducción que para mí aun es la canónica. De hecho, ese mito de que pasó dificultades al volver a España o en su vejez no es tan cierto, creo yo, aunque durante los últimos años perdimos el contacto. Tenía un montón de encargos de las mejores editoriales. Era uno de los traductores españoles mejor considerados”, recuerda Akal. “Además, colaboraba habitualmente con revistas y periódicos, Papeles de sor ArmadánsTriunfoInformaciones...”, añade.

Manuel de la Escalera siempre vivió de su trabajo de traductor. Incluso, increíblemente, desde la cárcel, desde las cárceles: Alcalá de Henares, Burgos, El Dueso. “En la cárcel de Alcalá de Henares, Manuel de la Escalera escribió un diario impresionante y de una alta calidad literaria y humana”, aseguró hace años Marcos Ana tras leer Muerte después de Reyes, que Akal recuperó en 2015. Es quizá la obra cumbre de Escalera. Un libro escrito a escondidas de sus carceleros, sacado de prisión clandestinamente y custodiado durante casi dos décadas en la caja fuerte de un banco.

Siguiendo su periplo carcelario, Escalera conoció y selló amistad en el Dueso con otro condenado a muerte, un tal Antonio Buero Vallejo. El dramaturgo calificó así el libro carcelario de su compañero de celda cuando lo leyó muchos años después: “De cuantos libros he podido al fin leer de aquellas tremendas experiencias del dolor hispano, el tuyo es, sin menoscabo de su punzante veracidad, la más admirable conversión en bella y honda literatura, merecedora de perduración, de las terribles vicisitudes padecidas por nuestro pueblo cuando quiso edificar una España liberada de la agresión republicana”.

Y en la cárcel fue también donde el editor Josep Janés (el abuelo de Plaza&Janés) le encargó su primera traducción profesional: el Tarzán del escritor norteamericano de pulp Edgar Rice Burroughs, pater intelectual del hombre de la selva. Más tarde, el editor le iría asignando traducciones menos cuadrúpedas: Katherine Mansfield, Saroyan, Sommerset Maugham, Joyce… Antes de enviar sus manuscritos a la imprenta, estos eran supervisados por los capellanes de las distintas penitenciarías. Aunque se sabe que algún que otro libro tradujo y sacó de forma clandestina, sin pasar por la censura del capellán.

Próximamente, Akal sacará a las librerías el volumen Cuentos de nubes, aparecido en 1981 y que trae a un Escalera que vive la transición española, según escribe Álvaro del Amo en la contracubierta, “con una sabiduría de santo plácido, de elegante socarrón. Porque mirar al cielo tiene, nos advierte, sus peligros”.


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