viernes, 2 de marzo de 2018

Una columna a la memoria de Mari Pepa Palomero

Todos los lectores de este blog, al cabo de 10 años, saben cuál es la actitud que el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires mantiene respecto del Instituto Cervantes. Siempre lo hemos dicho claramente, desde nuestros días en el Centro Cultural de España en Buenos Aires, pasando por la campaña realizada en contra del consorcio encabezado por el Cervantes, Telefónica, la Universidad de Salamanca, la U.N.A.M de México y la Universidad de Buenos Aires y concluyendo con la discusión pública con el director del Instituto Cervantes de Dublín. En síntesis, los hemos tratado de todos los colores y denunciado sus políticas imperiales, su rapacidad, sus atropellos y su cortedad de miras en cada oportunidad  posible. ¿Hace falta aclarar que seguiremos haciéndolo?

Sin embargo, en medio de ese cenagal, ha habido un espacio abierto a todos los traductores del mundo de la lengua castellana. Nos referimos a El Trujamán, cuya existencia y amplitud le debemos a Mari Pepa Palomero (foto), su administradora.

Ahora bien, desde julio del año pasado ese sitio permaneció cerrado. Hubo rumores de que el motivo se vinculaba con la salud de Mari Pepa. Luego, el 11 de enero pasado, en las páginas del Cervantes apareció la siguiente noticia: “Ha fallecido Mari Pepa Palomero, filóloga y traductora, quien ha trabajado durante los últimos 20 años en la sede central del Instituto Cervantes. Mari Pepa fue una de las creadoras del Centro Virtual Cervantes, moderadora del Foro del español y responsable de todo el contenido relacionado con la traducción. En especial, como editora de El Trujamán, su impagable actividad contribuyó a prestigiar y hacer más visible la profesión. Su generosidad y diligencia fueron siempre reconocidas por los traductores y por quienes tuvieron el privilegio de trabajar con ella en diversos proyectos del Instituto Cervantes, en especial los compañeros del Área de Comunicación y Promoción”.

Dado que este blog permanece cerrado durante todos los meses de enero –receso estival en el hemisferio sur–, no hicimos pública la noticia. Luego, no teniendo un vínculo directo con Mari Pepa, hacía falta que alguien que sí lo hubiese tenido dijera algo que tuviera sentido. Finalmente Andrés Ehrenhaus, quien la trató ofreció el texto que se reproduce a continuación.

Le bateau libre

El año pasado, cuando llegué no se sabe cómo a los cincuenta Trujamanes publicados, escribí un texto breve que finalmente, quizás por ese ridículo pudor que a menudo nos enmudece en público, no di a publicar. Hoy, dolido y estupefacto por la muerte, ¡ya hace más de un mes!, de Mari Pepa Palomero, me obligo a superar ese pudor y ofrecer ese texto tal cual era y es, movido simplemente por el cariño, que por suerte no muere.

“Llegado que hube a los cincuenta trujas, puedo decir y digo que me gusta El Trujamán por tres cosas que empiezan por ec: es ecuménico, es ecuánime y es ecléctico. Un espacio dedicado a la traducción donde puede leerse de todo. Parece una propuesta fácil pero no lo es en absoluto. Muchos de los que lo necesitamos así, tal cual es, seríamos incapaces de administrarlo sin caer en maniqueísmos, cerrazones y desafueros, y acabaríamos forzándolo a ser a imagen y semejanza de nuestras endebles certidumbres y nuestros apresurados prejuicios. Suerte que no nos lo han puesto en las manos; suerte que continúa abierto para que incluso nuestras endebles certidumbres y nuestros apresurados prejuicios también quepan ahí de vez en cuando. Vistos en medio de ese corpus ahora gigantesco de breves y diversísimos artículos (al momento de escribir esto había unos ¡3.495!, recogidos desde 1999), nuestros improntus hasta parecen menos frágiles y más sensatos; nuestras ocurrencias, menos trasnochadas; nuestros titubeos, más enhiestos.

No sé los demás, pero a mí me sorprende y alegra por partes iguales que un individuo –como es mi caso– que transgrede y embiste sin descanso ni alivio los límites de la lengua no salga despedido como búmeran o bumerán cada vez que se atreve con un nuevo pedruzco. Y me sorprende y alegra también que esos piedrazos lleguen a alguna parte e incluso rompan una farola que otra de vez en cuando. Pero lo que más me alegra, y en cambio no me sorprende, es poder encontrar y leer en el mismo espacio los textos, pedruzcos o no, de aquellos a quienes quizás no encontraría ni buscaría en otros ámbitos, ya porque creo no ser afín a su modo de pensar como porque temo que ellos no sean afines al mío. O por puritita pereza –y no sólo intelectual.

Así que me gusta El Trujamán, y adivino que nos gusta a todos. Afino: a todos los traductores que entendemos que traducir no es una actividad que se limite a pasar información de una lengua a otra. Por eso quiero acordarme de quien se ocupa de que el eclecticismo, la ecuanimidad y sobre todo el ecumenismo trujamanenses no decaigan nunca y sigan siendo bandera de esa balsa más bucanera e intrépida de lo que parece, porque no navega solo en aguas calmas y seguras, a cubierto de tifones o krakens, sino que trata de adaptarse a todos los vientos, soplen de donde soplen. Parecerá que lo mío es chupamedismo, como se dice acá, pero creamén que es pura simpatía. Aguante Mari Pepa, carajo.”

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