martes, 1 de mayo de 2018

Cinco editores españoles posan para la foto

Todos los 23 de abril en Cataluña se festeja Sant Jordi. Según La lectora futura, un blog que se autodefine como “un ecosistema y punto de encuentro para lectores y profesionales del mundo del libro”, “es el día que España se dedica a expiar su mala conciencia con la lectura”. Y allí se explica que “en 1923 se instituyó el Día del Libro, por iniciativa del escritor Vicente Clavel Andrés. En 1930 se trasladó al 23 de abril, uniéndose entonces en Cataluña la costumbre de regalar un libro junto a la tradicional rosa que se regalaba desde muy antiguo en el día de Sant Jordi. En el resto de España la admirable costumbre de regalar libros ese día no ha arraigado, pero sí se programan actos e iniciativas que promuevan y extiendan la afición a la lectura y contribuya a que quede en el pasado ese ‘escribir en Madrid es llorar’ que escribió Larra en 1836 -extendido a 'escribir en España es llorar', dado que en 1836 el centralismo cultural era extremo- sea al fin cosa del pasado”. Luego, puestos a evaluar los 88 años del festejo, los escritores anónimos del blog puntualizan: “ Según el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros 2017 sobre las costumbres lectoras españolas en 2018, un 40% de la población no lee habitualmente, cuando la cifra en países de nuestro entorno es del 30%. Sólo un 59,7% de españoles lee como ocio, en su tiempo libre. Según este estudio, las mujeres leen más libros, revistas y son más activas en redes sociales, mientras que los hombres las superan en lectura de prensa, cómics, webs, blogs y foros online. Casi el 65% de mujeres leen algún libro al año, mientras los varones se quedan en el 54%. Entre 45 y 54 años, las mujeres superan el 73% y los hombres no llegan al 52. Esta diferencia es, sin embargo, muy escasa entre los 14 y los 25 años. Casi el 80% de los niños entre 10 y 14 años son lectores de libros en su tiempo libre, pero el porcentaje se reduce mucho, sobre todo desde los 18 años”.

Toda esta larga introducción tal vez sirva para darle un contexto a la nota que el pasado 22 de abril publicaron Ignacio Orovio y Josep Massot, en La Vanguardia, de Barcelona, donde un seleccionado de lumbreras editoriales de España muestran en manos de quiénes están los libros de la Península.

“Es México y no Madrid quien disputa
a Barcelona la capitalidad editorial”
  
Llega Sant Jordi. El día más importante del año para el sector editorial: libreros, lectores, autores, editores... la calle se llena de libros y gente con ganas de comprarlos. Para hablar de ello, y del estado de salud de este invento único, y en consecuencia del estado de la cultura, La Vanguardia reunió esta semana en torno a una mesa a Elena Ramírez, directora de ficción internacional del Grupo Planeta; Emili Rosales, director editorial de Grup 62; Maria Bohigas, editora de Club Editor; Claudio López de Lamadrid, director de Literatura Random House; y Silvia Sesé, directora editorial de Anagrama.

¿El día de más trabajo del año?
–Ramírez. Es un sueño. No sólo por las ventas sino por el entusiasmo alrededor del libro.
–Rosales. Y porque cada vez hay más actos alrededor del libro y porque además es primavera. La gente está muy contenta.
–Bohigas. Es cierto, y hay una sensación un poco irracional, los editores tenemos una sensación de ir a jugar al casino, a dar el golpe de dados.
–López. Yo no tengo la sensación de ir a jugar a los dados. Lo bonito es que coincide el entusiasmo de toda la cadena del libro, desde el almacén hasta el jefe de la empresa. Es un día de entusiasmo.
–Sesé. Yo destaco que es un día de encuentro entre lectores y autores, y nosotros en medio. Sientes esa conexión viva y matérica.
–López. ¿Yo puedo preguntar?

Claro.
–López . ¿Esto puede durar siempre? El milagro de es que exista, con miles de personas en la calle.

Mejor, ¿no?
–López. Claro, pero el sector ya está pensando en el 2019, con la idea de llevarlo a paseo de Sant Joan, porque es más ancho.

¿Qué cambiarían?
–López. El año que viene es difícil, porque el 22 es lunes de Pascua.
–Rosales. Sant Jordi no debe cambiar, sería absurdo. Sí podemos expandirlo, generar pequeños santjordis, más repartidos. Y hay otros días que cada año cogen más vuelo, como la Setmana del Llibre en Català o Navidad. Hay que crear más días importantes para el libro.
–Bohigas. No hay que cambiar Sant Jordi, hay que cambiar el resto del año. Que no haya este contraste. Sobre todo para los editores de catalán, que en este día podemos hacer el 20 o 25% del año…
–López. ¿Tanto?
–Bohigas. Sí. Si llueve o hay un lío político te suicidas. La concentración es salvaje. Y la gente espera el descuento, sobe todo en los libros que cuestan más de veinte euros. Tenemos cuatro meses válidos, el resto es el desierto. Por ello, creo que situar la Setmana en septiembre es un pésimo error, porque la gente está sin un duro. Como gremio deberíamos reflexionar al respecto.

El ser humano se explica con la ficción, necesita la ficción. Si en el siglo XIX la literatura era hegemónica, en el XX surgió el cine y más tarde la TV, hasta hoy, con multitud de canales. ¿Les condiciona, a la hora de editar…?
–Bohigas. No estoy de acuerdo en que antes fuera hegemónica ni en que hoy ya no sirva. La literatura siempre ha sido marginal. Los que mandan, quienes representan el éxito social, no leen. Y hoy, aunque seamos esclavos del audiovisual y de las redes, creo que el libro sigue siendo el lugar donde se transmiten las cosas importantes. Aquel que quiere contar cómo ha superado una enfermedad no lo cuelga en la red, escribe un libro. Un género con gran tirada es la autoficción.
–Ramírez. Pues yo creo que eso tiene que ver precisamente con las redes, donde estamos permanentemente mostrándonos, sin pudor. Creo que las nuevas formas influyen en la forma de leer y también en el contenido. Como el true crime, que viene de las series, de manera directa. Aunque yo no soy tan optimista en cuanto a la relevancia del libro. Creo que esa hegemonía tiene que ver con una determinada edad. Claro que hay chavales que leen, no voy a caer en ese tópico, pero la clave es el número: ¿cuántos serán lectores? Los lectores hemos crecido.

Es un discurso pesimista.
–Ramírez. Es realista.
–Rosales. En el siglo XX, el cine suplió a la literatura como fábrica de ficción, pero la literatura gozó de excelente salud. Y ahora son la series o los videojuegos. Por ello, debemos buscar las interconexiones. Han salido nuevos géneros, como los youtubers o la poesía urbana, que en buena parte es juvenil… Y paradójicamente, la crisis tremenda de estos años la hemos visto más en el lector adulto que en el lector joven. Ha resistido mejor el libro juvenil. Y hay otra cosa: me fascina cómo pese al torrente informativo diario, la influencia del libro sigue vigente. Oímos de Trump cada día, pero un libro sobre él resiste muy bien el paso de los meses.
–Sesé. Entiendo el pesimismo, que vivimos cada día con las cifras. Pero leer siempre ha sido minoritario. Me preocupa que haya perdido el deseo aspiracional que antes tenía para mucha gente ver los libros y la literatura como algo que te situaba.
–Bohigas. Depende del ámbito... creo que el libro de entretenimiento está perdido, pero también creo que hay todo un sector de lectores que en los años de crisis se está girando hacia la literatura. ¡La literatura es un lugar donde no se miente!
–López. Se lee mucho menos. Incluido yo. Perdemos horas y horas en las redes.
–Sesé.¿Y no crees que eso cambiará?
–López. Creo que leemos más que nunca, pero a trozos. Lo que sí que creo es que la literatura conserva el prestigio. Creo que todo el entertainment de la literatura efectivamente ha migrado a las redes. Y hoy nadie lee 500 páginas de Platón. Te lo dirá cualquier catedrático. Los estudiantes leen resúmenes. Por eso como editores debemos pensar en nuevos formatos.
–Sesé. Es que a mi me preocupa la absoluta disociación entre la universidad y la edición. Es absurdo. Mis amigos profesores están alarmadísimos. Nadie lee un libro. El interés literario en la academia es bastante peregrino.
–Ramírez. Lo que se ha hecho en los últimos diez años con el sistema educativo es terrible.
–Bohigas. Y en otros países. Es general, desgraciadamente.
–Ramírez. Confluyen varias cosas: la irrupción de las tecnologías, los recortes... Estoy en el lado pesimista aunque creo que podemos ver cambios. Las cosas cambian a una velocidad escalofriante. No soy pesimista irreversible, sino pesimista presente.
–López. Como editores debemos adaptarnos. Pongo tres ejemplos: el libro de Jordi Amat, el de Eduardo Mendoza y los de Chimamanda [Ngozi Adichie]. Son libros de 5 euros que la gente lee rápido. Leemos en el móvil, estamos cambiando.¡De Chimamanda vendo mil a la semana!

¿De qué hablan los manuscritos que reciben?
–Ramírez. La literatura del yo es constante. La influenciada por series de TV, el crime… y diría también probablemente tipos de entretenimiento que evadan de una situación política, económica y social de alta inestabilidad.
–López. Y feminismo.
–Sesé. Sí, en un sentido amplio.
–Bohigas. Y el de la relación con la naturaleza. Cognetti, Thoreau… Es interesantísimo que coincide con que todos esos amantes de la naturaleza la aman tanto que la destruyen, con sus visitas. Es muy ilustrador de cómo somos. Creo que el auge responde a otra cuestión: la soledad. El extremo individualismo.
–Rosales. Estoy de acuerdo, pero creo que el crimen lleva años entre nosotros. Porque es una forma de explicar la corrupción. La novela negra ofrece una mirada crítica de la sociedad.
–Sesé. Muchos manuscritos van en esta línea. Más crítica, más rebeldes, en varios aspectos, sobre todo en la relación del individuo con la sociedad y en relación con su cuerpo, con la agresión al cuerpo, en un sentido amplio, casi filosófico. En esto creo que entronca con los libros sobre naturaleza. Cómo encontrar una forma más sana y armónica para vivir en este mundo. Hay mucha literatura de rebelión, de grito.
–Ramírez. Por el contrario, lo que parece interesarnos menos es el género distópico, el apocalipsis.

¿Y el proceso?
Rosales. Nosotros hemos publicado muchísimo sobre ello. Creo que hasta ahora no se han convertido en libros populares. Esta semana el Frankfurter Allgemeine recomendaba al juez del caso Puigdemont que antes de decidir lea Operació urnes. Es un gran éxito. Un reportaje periodístico, no ideológico, sobre la logística de todo el proceso.
–Sesé. Nosotros hemos tenido el de Jordi Amat, que lleva ya cuatro ­ediciones en catalán y otras cuatro en castellano, y sigue vendiéndose, por su nivel de información ypor su calidad literaria.
–Bohigas. Y porque la figura de Amat está cogiendo una gran fuerza.

¿Se han recuperado las librerías?
–Bohigas. Sí. Aunque hay libros que si salen en una semana informativamente fuerte es como si se cerrara un grifo. Pero los picos de ansiedad pasan rápido. Y el proceso ha generado un interés por cuestiones vecinas…
–Sesé. …sí: rebelión, propuesta de acción… Como los de Marina Garcés.
–Rosales. Pero esto vuelve a poner el libro en una posición de privilegio, como generador de ideas.

Barcelona es una capital editorial . ¿Puede hacer más?
–Sesé. Se puede hacer mucho mejor. Creo que tenemos que trabajar unidos y hacer algo potente, quizás un premio a lo Goncourt, con impacto.
–Rosales. Las ciudades y los países pueden singularizarse a través de la cultura. Barcelona y Catalunya y España tienen una oportunidad única con el libro. Es que además está hecho, sólo tienen que aprovecharlo. Barcelona es la gran fábrica de ideas y de imágenes de Europa.
–Sesé. Pero debemos implicarnos.
–Rosales. Claro. Barcelona ya es una capital editorial, eso es un hecho.

¿La o una capital?
–Rosales. A nivel mundial no me atrevo a decir que sea la capital.
–López. Del español sí.

¿Aún?
–Bohigas. Claramente, sí.
–López. Y si algún día deja der serlo, si la llega a compartir con alguien, como la del inglés son a la vez Nueva York y Londres, no la va a compartir con Madrid sino con México, que está cogiendo una potencia brutal.
–Sesé. Las sedes de los dos grupos más potentes están aquí.
–López. Por el contrario, yo creo que sí se hacen cosas. Premios, encuentros… ¿Qué hace Londres que no hagamos nosotros?
–Sesé. Creo que podemos hacer más.
–López. La suerte es que en Barcelona nos llevamos todos más o menos bien. Mirad esta mesa… En Madrid se sacarían los ojos.
–Sesé. Yo me refiero a crear algo… un premio… con una institución neutral, y que eso suponga unas ventas en el mercado relevantes. Eso nos falta absolutamente.

Este diario lo ha propuesto.
–Bohigas. Yo creo que se puede hacer mucho. Lo del premio es una buena idea, pero inaplicable. La situación de los premios también nos define… es un funcionamiento mediterráneo puro. Barcelona podría ser un lugar más estimulante. Por ejemplo, tenemos un patrimonio turisticocultural, y la arquitectura, y somos la capital del anarquismo en el mundo anglosajón. La Barcelona de la época de Picasso es fascinante ¿alguien lo trabaja a nivel tursticocultural? ¡De ninguna manera! El modelo turístico no es apto para acoger valores que nos irían muy bien, que crearían un clima… Estamos huérfanos. Tampoco tenemos un festival literario, en el que pudiéramos tener autores latinoamericanos, españoles y catalanes.
–Sesé. No podemos perder esa relación con América.
–López. La hemos perdido ya.
–Bohigas. No, no, no…
–López. La hemos perdido, se van a México. Por el euro. Aquí no pueden vivir.

¿La capital de la edición en castellano será México?
–López. Es Barcelona, pero con la literatura en el castellano acabará pasando como con el inglés, que tiene dos capitales, Londres y Nueva York. México y Barcelona competirán por la edición española, como en Italia compiten Turín y Milán. México es más barato. Europa tienen un problema de coste de la vida.

Hay una asimetría del mercado: el 75% es castellano y el 25%, catalan. ¿Se sienten rivales?
–Ramírez. No. Somos cómplices. Compartimos gastos, trabajo, precios... Incluso cuando la editorial catalana no es del mismo grupo.
–Rosales. Es cierto. El catalán continua teniendo el problema de que un alto porcentaje prefiere leer en castellano, y ahí hay mucho campo por recorrer. Pero a nivel editorial el catalán se ha adaptado muy bien al hecho de que Barcelona sea capital de la edición en castellano. Hay una estructura de primera magnitud. Si analizamos los grandes sistemas editoriales en Europa, no hay otro de la dimensión del catalán, o mayor, que traduzca tanto. Eso es por creatividad editorial pero también por la colaboración con los editores en castellano.

Hablan de hábitos de lectura, pero sólo en papel. Quizás habría que empezar a pensar en los hábitos de concentración... ¿hace suficiente el sistema educativo?
–Ramírez. No. Lo que estamos constatando es que los hábitos de lectura de los jóvenes chocan con formas de ocio que no tienen nada que ver con la lectura. Es ahí donde hay que actuar. No esperar a que sean mayores y entonces intentar cambiarlos.
–Sesé. Dirigirse a los no lectores a última hora es muy complicado. Acabas haciendo libros no-libros.
–López. A la escuela no llegamos.
–Bohigas. Convertir a una persona que no lee en una que lee es muy complejo.
–Ramírez. Cuando he querido montar actos en los institutos, la primera pregunta es ¿quién paga qué?
–Rosales. Hay profesores admirables, que hacen un trabajo heroico, pero el modelo educativo no favorece el gusto por la lectura.
–Bohigas. Es que a medida que se va desplegando el Plan Bolonia, te das cuenta de que no es que no tengamos un cómplice: es que tenemos un enemigo. El sistema está pensado para crear obreros cualificados, no personas que piensen. Hay una ideología ambiente mecanicista y que concibe el mundo interior de una persona como una máquina. ¿La imaginación dónde está?

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